LO QUE DEBES SABER…
- Causas: la llegada de los hijos, enfermedades, cambios de domicilio…
- La prueba más difícil: los hijos (sus hábitos, educación, límites, papel de los progenitores…)
- Claves: respeto, saber ceder, defender nuestra posición.
Ante estos dos mundos tan habitualmente distintos, el conflicto aparece cuando uno o ambos miembros intenta cambiar al otro para asemejarlo a él. Así, uno de los errores más frecuentes es el de tratar de imponer la propia visión o considerar lo propio como ‘lo normal’. Para prevenir esta situación es necesario estar abiertos a establecer una buena comunicación, poder tomar innumerables decisiones y realizar ajustes hasta conseguir un cómodo acoplamiento en la pareja, es decir, un modelo propio en la construcción del cual ambos hayan podido colaborar.
Sin embargo, llegar a ese punto de ajuste inicial tampoco garantiza el final de las diferencias ni de los potenciales conflictos, ya que una relación de pareja es algo dinámico, en constante cambio y evolución y por lo tanto en constante necesidad de realizar nuevos pactos, compromisos y negociaciones entre los miembros.
Aunque de entrada todos los aspectos de una relación de pareja son susceptibles de conflicto, éstos suelen ser más frecuentes e intensificarse en las etapas de cambios significativos en la relación, como pueden ser el inicio de la convivencia, la llegada de los hijos o determinados momentos de dificultades vitales: duelos, enfermedades, cambios de domicilio, jubilaciones, despidos laborales, largas ausencias por parte de algún miembro de la pareja, etc.
Algunos de los motivos de conflicto más habituales en una relación de pareja se deben a:
- El tipo de unión que se establece. En la construcción de la relación entran en juego muchos factores como, por ejemplo, el modelo de pareja que cada miembro ha percibido en su familia de origen, así como las necesidades, deseos y expectativas de cada uno. En este sentido, por ejemplo, se puede dar el caso que uno de los miembros de la pareja dé al otro algo distinto de lo que éste espera de él o que la distancia física pueda significar sensación de libertad para uno y soledad y abandono para el otro.
- Los aspectos prácticos de la convivencia de la pareja. Al iniciar esta etapa de la relación se vuelve imprescindible tomar muchas decisiones sobre cómo va a desarrollarse la misma. Los conflictos más habituales en esta fase son los relacionados con la distribución del espacio que se va a compartir y con el reparto de las obligaciones y las tareas domésticas (compras, limpieza, pagos, gestiones, etc.).
- Las familias de origen de cada uno de los miembros de la pareja. Los más habituales se corresponden al tipo de relación que cada miembro de la pareja mantiene con su propia familia y hasta qué punto permite que ésta influya o interfiera en la pareja. Son claros ejemplos la no aceptación de la relación por parte de los padres de uno de los miembros o que uno de éstos anteponga la relación que tiene con sus padres o hermanos a la que tiene con su pareja, mostrando una mayor confianza y proximidad con su familia de origen.
- La llegada de los hijos. Cuando una pareja decide tener hijos, debe saber combinar y cuidar los dos ámbitos a la vez: el de la relación de pareja y el de la relación con los hijos. Es en este momento vital cuando aparecen muchas nuevas dificultades que necesitarán poder manejarse adecuadamente. Por este motivo es muy importante acordar el tiempo que se asignará al cuidado y disfrute de los menores y el tiempo dedicado a cultivar la evolución afectiva de la pareja. Ante los hijos, los conflictos más habituales son los originados por las posiciones divergentes sobre el tipo de educación, hábitos y límites que se les quiere inculcar, así como el diferente papel que puede llegar a asumir cada miembro de la pareja con los pequeños (autoridad versus permisividad).
- Otros aspectos, no menos significativos, como la vida social, el trabajo, el manejo de la economía, el aprovechamiento del tiempo libre, etc., que ambos miembros deberán aprender a gestionar. Este tipo de conflictos pueden venir originados, por ejemplo, por el significado que ambos miembros otorgan al dinero, confrontando culturas muy diferentes sobre el ahorro y el gasto, o por la diferente visión sobre la dedicación del tiempo de ocio, en el que uno puede desear realizar muchas actividades y el otro dedicarlo al descanso.
Consejos para solucionarlos
Ante todas estas situaciones resulta de utilidad:
- Percibir las diferencias y los conflictos como una oportunidad para desarrollar habilidades de flexibilidad y negociación y fortalecer así los vínculos de la pareja.
- Aprender a exponer y defender las propias necesidades y posiciones.
- Mostrar a la vez respeto por las necesidades y posiciones del otro.
- Estar dispuesto a renunciar y ceder en algunos aspectos.
- Poder enriquecerse con la incorporación de las cualidades del otro.