Resumen del contenido
LO QUE DEBES SABER…
- Este tipo de familias necesitan de un periodo de adaptación que hay que saber gestionar bien.
- Pueden surgir dificultades en la pareja, y también en relación con los niños, y ambas han de cuidarse.
- Muchas compañías de salud ofrecen en sus pólizas Servicio de Orientación Psicológica al que dirigirse para obtener consejo en casos como éste.
Paso a paso
El largo proceso de adaptación a la nueva convivencia representa importantes cambios y desafíos para todos los integrantes y la pareja deberá asumir decisiones significativas con una mayor complejidad que en las familias tradicionales. Por ello, dicha adaptación se deberá gestionar adecuadamente.
Algunas decisiones que deberán asumir los nuevos cónyuges son:
- El lugar donde vivirán; es decir, si se instauran en una nueva residencia o en alguna de las anteriores viviendas de los miembros.
- El uso del dinero, la adaptación, si es el caso, a un nuevo estatus económico y la decisión de realizar un fondo común o mantener cuentas separadas.
- El rol que adoptará cada miembro en relación a la crianza y educación de los hijos del otro miembro. Es importante no pretender sustituir al padre o madre ausente, sino asumir un rol complementario.
- Valorar la necesidad de adoptar nuevas normas, límites y costumbres, acordes a la nueva situación.
- La gestión de las visitas o encuentros de los hijos con el otro padre o madre y la acomodación al grado de implicación y de colaboración en la crianza y educación de los hijos existente.
Asimismo, algunas de las posibles dificultades que pueden aparecer en estas nuevas situaciones son:
- Antiguas heridas o temas no solucionados de las anteriores relaciones pueden aparecer o afectar la nueva situación. Hay que tener en cuenta que estas nuevas familias parten de un proceso de duelo previo, ya que se crean tras el fallecimiento o divorcio de uno de los cónyuges.
- Dificultades en el cultivo de la relación de pareja, sobre todo si existen hijos pequeños o adolescentes que pueden verse afectados por los cambios en su contexto y demandar una especial atención por parte de sus progenitores. Generalmente, en esta situaciones, las relaciones padre–hijo preceden a la relación entre los cónyuges y, por lo tanto, no sigue el proceso habitual de las familias tradicionales, en las que primero se cultiva la relación de pareja y después van llegando los hijos.
- Dificultades por parte de los niños para aceptar y adaptarse a la nueva situación y a un nuevo adulto, sobre todo hasta que existe un mayor conocimiento mutuo y un afianzamiento de las nuevas relaciones entre todos. Los niños pueden mostrar conductas de oposición o boicot al nuevo adulto, junto al deseo de expulsarlo. En estos casos, un error frecuente por parte de la nueva pareja es ponerse excesivamente autoritario o agresivo, lo que obligaría al otro miembro a posicionarse en defensa de los hijos y abriría una brecha entre los nuevos cónyuges.
- En los casos en los que los hijos tienen dos casas, éstos pueden amenazar con irse a vivir a la otra como chantaje si no se les concede algo o no se les deja hacer lo que desean.
- Pueden aparecer celos por parte del progenitor ausente hacia la relación de sus hijos con el nuevo cónyuge o una excesiva intromisión.
- Si ambos miembros de la nueva pareja tienen hijos de una anterior relación, tenderán a aplicar autoridades diferentes con los hijos propios, con los que ya tienen instaurado un determinado modelo, y con los hijos del otro miembro. Esta situación puede acarrear diferencias y comparaciones que dificultarán la relación y la integración entre los hermanastros.
- A menudo, todo este tipo de situaciones pueden despertar sentimientos de culpa en los progenitores por hacerles pasar a los hijos por estos procesos y existe una tendencia a intentar compensarlo con una mayor permisividad o una sobreprotección, que debe evitarse.
Entre los objetivos o desafíos que deben marcarse estas nuevas familias podemos señalar:
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- Crear un sentido de pertenencia a la nueva familia, buscando o creando puntos de unión o afinidad entre los miembros y organizando actividades comunes.
- Asentar la nueva relación de pareja tras experiencias previas de divorcio, separación o fallecimiento. Es importante buscar espacios de conocimiento mutuo, comunicación, intimidad y, en general, cultivo de la relación.
- Desarrollar las nuevas relaciones entre padrastros–hijastros y hermanastros, fomentando la cooperación entre todos. Se debe dar tiempo a los hijos a aceptar y asimilar la nueva situación que para ellos es novedosa y de la que a menudo no han sido partícipes hasta que se han encontrado inmersos en ella.
- Mantener, en la medida de lo posible, una relación cordial con el anterior cónyuge para poder tratar adecuadamente la obligación que mantienen en común sobre la educación de los hijos.
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