Kinesiofobia, miedo al movimiento debido al dolor
Resumen del contenido
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La kinesiofobia es el hecho de que una persona reduzca la actividad cuando sufre un daño forma parte de la propia fisiología del cuerpo. ¿Qué ocurre cuando sufrimos una lesión? Lo primero que sentimos es dolor como mecanismo de defensa de nuestro cuerpo ya que nos alerta de que está sufriendo. Los nociceptores captan el estímulo doloroso, envían la señal a la médula espinal y el cerebro donde se procesa el estímulo, y crea una respuesta de protección, como por ejemplo la retirada de la mano cuando está en contacto con agua muy caliente o la inmovilización de la extremidad o parada repentina de la actividad durante un esguince, una rotura fibrilar o una lumbalgia aguda.
Kinesiofobia ¿De qué se trata?
La Kinesiofobia, como su mismo nombre indica (Kiné=Movimiento, Fobia=Miedo), se refiere al miedo al movimiento o a realizar un gesto en concreto que ha provocado un dolor concreto de forma reciente. Dicho dolor se asocia a lesiones agudas, como por ejemplo lumbalgias, esguinces de tobillo o rodilla, luxaciones, fracturas, etc.
El problema aparece cuando la percepción del dolor es tan aguda que se convierte en una experiencia traumática y el mismo paciente evita realizar el movimiento que provocó el dolor en un inicio, corriendo así el riesgo de que el dolor se convierta en crónico por la falta de movilidad.
¿Cuáles son sus consecuencias en nuestro cuerpo?
Lo normal es que cuando una persona sufre un daño, ésta evite el mecanismo lesivo limitando su movilidad, lo que se denomina inmovilidad por evitación. Es más, una de las consecuencias del dolor es hacer que paremos la actividad y permanezcamos en reposo como respuesta fisiológica protectora. El tiempo de reposo y la inmovilización son necesarios para que la inflamación disminuya y se inicie el proceso de regeneración de los tejidos, que corresponde a la fase aguda de la lesión (primeras 48 horas). Si la inmovilización se prolonga por mucho tiempo, los tejidos se atrofian, se pierde masa muscular y aumenta el riesgo de que la lesión se cronifique. La inmovilidad por evitación, además, provoca posturas mantenidas que conllevan rigidez y favorece los bloqueos articulares. Así bien, es importante saber identificar un trastorno de este tipo para evitar que el problema se prolongue más de lo necesario.
¿Cómo aborda una situación de este tipo un fisioterapeuta?
Los fisioterapeutas nos encontramos a menudo con pacientes cuya experiencia con el dolor ha sido tan traumática que muestran mucha aprensión a la movilización de la extremidad, lo que dificulta la recuperación de la lesión. Pongamos, por ejemplo, que un paciente llega a consulta porque ha sufrido un episodio de lumbalgia aguda mecánica, la cual ha generado un dolor tan intenso que en su momento no fue capaz de reincorporarse. Tras dicha experiencia traumática de dolor, el paciente limita el movimiento de su columna lumbar por miedo a que se vuelva a repetir el episodio, presenta limitación para caminar de forma normal y por descontado para realizar cualquier actividad de la vida diaria.
El fisioterapeuta debe tener presente que no todo el mundo percibe el dolor de la misma manera; existen personas que pueden sufrir alteraciones de la percepción del dolor. Por tanto, durante la exploración debe analizar e identificar el grado de dolor que sufre el paciente en relación a la lesión que ha sufrido y adaptar la pauta de tratamiento o, por lo contrario, derivar al especialista correspondiente si resulta no ser de nuestra competencia.
¿Qué otros factores deben tenerse en cuenta?
Por otra parte, el dolor está asociado a factores biopsicosociales, (más difíciles de identificar en una primera entrevista). Existen personas que pueden vivir el dolor de una forma muy traumática y negarse así a volver a mover lo más mínimo la extremidad afecta. Este tipo de pacientes deben ser escuchados, explicarles el proceso fisiológico de la recuperación de una lesión y que sentir dolor o molestias es algo normal y parte de la recuperación. Se recurren a técnicas manuales y ejercicios adaptados para que el paciente confíe en el fisioterapeuta y conseguir también que éste sea partícipe del tratamiento, ya que la implicación del paciente es la clave para un buen pronóstico de recuperación.
El trabajo multidisciplinar puede ser un buen método para tratar a personas con fobia al dolor. La terapia psicológica, junto con la física, pueden obtener muy buenos resultados para la recuperación del paciente además de optimizar el tratamiento.
Complicaciones que pueden aparecer
Si la actitud de fobia se prolonga durante mucho tiempo, ésta puede afectar severamente a la recuperación funcional perpetuando el dolor y provocando grandes discapacidades. Algunos estudios han relacionado directamente la kinesiofobia con el dolor lumbar crónico, el síndrome de dolor regional complejo (SUDECK) o la fatiga crónica.
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LO QUE DEBES SABER…
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- Según los estudios, las mujeres refieren una mejor aceptación del dolor y apoyo social respecto a los hombres.
- El grado de kinesiofobia puede detectarse a través de cuestionarios como la Escala de Tampa o la Escala de Síntomas de Ansiedad por el Dolor.
- Unas de las lesiones más traumáticas y que se cronifican a causa de la kinesofobia es la lumbalgia aguda.
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