Síndrome de Estocolmo: afecto por el agresor
Resumen del contenido
Psicóloga sanitaria y psicoterapeuta, con máster en Terapia Cognitivo-Social y en Programación Neurolingüística. Especializada en psicopatología clínica, terapia cognitiva, terapia breve y PNL. Con más de 15 años de experiencia profesional en diferentes centros y teleconsulta.
El síndrome de Estocolmo fue conceptualizado por Nils Bejerot para definir la reacción psicológica entre rehenes y secuestradores en el llamado robo de Norrmalmstorg, un asalto a mano armada que se produjo en 1973 en un banco de Estocolmo que duró casi 4 días.
El síndrome de Estocolmo describe el trastorno psicológico que experimenta la víctima hacia su secuestrador, desarrollando:
- Sentimientos positivos (apego, enamoramiento, admiración, simpatía por su causa…).
- Sentimiento negativo hacia la policía y autoridades.
- Sentimientos positivos recíprocos.
Aunque inicialmente este síndrome hacía referencia exclusivamente a casos de secuestro, se ha ido ampliando el concepto a otras situaciones como abuso sexual, violencia de género, sectas, actos terroristas, esclavitud, prisioneros de guerra, etc.
A fecha de hoy es un síndrome poco estudiado, por lo que no hay datos suficientes para saber cómo de frecuente es. No está tipificado dentro de los manuales internacionales de clasificación de los trastornos psicopatológicos (DSM y CIE) debido a la dificultad de estudio de las personas que lo han padecido y la falta de consenso en los criterios fundamentales para su diagnóstico. Algunos autores lo relacionan con el trastorno por estrés postraumático (TEPT) o estrés agudo (EA).
¿Cómo se desarrolla?
El vínculo afectivo que establece la víctima con el agresor se considera una respuesta automática de protección y está activada por el instinto de supervivencia.
El captor crea terror extremo en las víctimas, lo que hace que éstas se sientan impotentes y sumisas. Como necesitan seguridad y esperanza, de forma inconsciente ignoran el lado negativo del captor y empatizan con su posición, figurándose que así la situación traumática cesará.
Algunas de las distorsiones cognitivas que lo posibilitan son:
- Negación (“esto no está pasando realmente”).
- Minimización (“no es tan grave”).
- Racionalización (“el secuestrador tendrá sus motivos de peso para hacer esto”).
Durante el cautiverio la víctima pasa por las siguientes 4 fases:
- Reorientación.
- Adaptación.
Factores que predisponen a las víctimas
No hay consenso sobre cuáles son los factores que predisponen a padecerlo. Algunos concluyen que depende de factores como las experiencias previas de la persona, las características del trauma y la personalidad. Algunas de las variables de personalidad que podrían influir según algunos estudios son:
- Personas con pobres estrategias de afrontamiento
- Tener poco clara la propia identidad o el propósito de la vida
- Sentir que son otros quienes controlan la propia vida
- Sentirse infeliz
- Necesidad de reafirmación por parte de otros
Sin embargo, todo parece apuntar a que nada de lo relativo al pasado de la víctima o a su forma de ser tiene realmente relación, sino que es una respuesta que puede tener cualquier persona ante una amenaza inevitable, por mera supervivencia. Ha sido observado en mujeres y hombres, jóvenes y mayores, diferentes culturas e incluso como decíamos también en no humanos.
Lo que realmente predispone a sufrir el síndrome es que la víctima:
- Recibió amenazas y vio su vida en riesgo.
- Estuvo en situación de aislamiento (al margen del captor).
- Percibió alguna pequeña bondad o detalle en el comportamiento del captor dentro de la situación de terror.
- Sensación de que es imposible escapar.
¿Se puede superar?
Si bien hay buenas expectativas de recuperación, existen algunos factores que pueden determinar la rapidez de ese proceso:
- El tiempo de cautiverio.
- La capacidad de la persona de afrontamiento y resiliencia.
- La historia vital de la persona.
- El grado de violencia del cautiverio.
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Lo que debes saber…
- Se considera que el síndrome de Estocolmo es un mecanismo de supervivencia.
- El vínculo afectivo que establece la víctima con el agresor se considera una respuesta automática de protección y está activada por el instinto de supervivencia.
- Hay buenas expectativas de recuperación, pero algunos factores pueden determinar la rapidez de ese proceso.
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