Resumen del contenido
Desde la Grecia clásica encontramos la temática de la culpa como un elemento complejo y reiterativo dentro del repertorio de emociones tormentosas que nutren el arte y que persiguen a los seres humanos desde que tienen autoconciencia y han desarrollado una conciencia moral.
Culpa y empatía
Los seres humanos somos seres emocionales y relacionales que experimentamos a lo largo de la vida un proceso madurativo que nos permitirá, a su vez, desarrollar la capacidad de regular y familiarizarnos con nuestros propios estados internos, así como los de los demás.
En este proceso va implícito la regulación de afectos hostiles y destructivos que a veces se manifestarán a lo largo de la vida.
Seguro que todos nosotros nos acordamos de momentos donde hemos sentido el impulso de destruir o dañar, verbal o físicamente a alguien o algo y acto seguido nos hemos arrepentido. Lo hayamos llevado a cabo o no, cuando más daño se haya realizado y más consecuencias haya tenido éste, más intensa deviene la culpa. Esto es debido al hecho de que gozamos de la capacidad de empatizar y eso sucede porque hemos vivido experiencias donde alguien ajeno se mostraba empático con nosotros.
Con la capacidad para la empatía viene la capacidad para sentir culpa ya que el hecho de haber interiorizado experiencias relacionales que nos han permitido experimentar una resonancia con los demás seres nos ha permitido ser conscientes de que potencialmente pueden ser dañados igual que nosotros y por lo tanto somos sensibles a su sufrimiento, como lo somos al nuestro.
Dos tipos de culpa
Vamos ahora a hablar de dos tipos básicos de culpa de los que ha hablado, con matices distintos, la literatura psicoanalítica desde el desarrollo de las primeras teorías.
- “Sana” es aquella a la que me he ido refiriendo en la introducción, es decir, es la culpa que nace de una experiencia de desbordamiento de los
propios impulsos destructivos que conlleva haber dañado o haber deseado dañar a alguien o algo y que nos lleva inevitablemente a emprender acciones para reparar el daño o a redirigir o transformar esos impulsos para que no lo causen y el daño pueda ser prevenido.
Esta culpa puede relacionarse fácilmente con las circunstancias causantes, un enfado, un ataque de ira al recibir una mala noticia, etc. Siempre va acompañada de intentos de prevención y/o reparación también conectados con la realidad de la situación.A pesar de que es un tipo de culpa propia de las mentes “sanas” puede variar en intensidad en función de la gravedad del daño causado. A veces, cuando la posibilidad de reparación no es posible, el trabajo de elaboración puede hacer que se convierta en culpa persecutoria y en ocasiones la imposibilidad de reparación o elaboración puede llevarnos a la búsqueda del castigo o la expiación. - Neurótica: aquí hablamos de un sentimiento de culpabilidad que no está conectado en apariencia con ninguna realidad causante. No se identifica el origen, es constante y constituye un castigo en sí misma. Las razones de la aparición de la misma son inconscientes y si las facultades mentales de la persona que la padece lo permiten será necesario acudir a un especialista para iniciar un tratamiento psicoterapéutico.
Cuando la culpa “sana” se fija y no evoluciona, a pesar de los intentos reparatorios o expiatorios hablaremos de culpa persecutoria. Es en ese momento en el que será necesario para la persona sana acudir a un psicoterapeuta para que le ayude.
Desaparición de la culpa
Puede ser paliada y desaparecer mediante dos principales procesos.
- Reparación
Por reparación entendemos la serie de acciones encaminadas a reparar en la realidad el daño causado mediante comportamientos compensatorios. Eventualmente estas acciones pueden llevarnos a la desaparición de la culpa. - Elaboración
Cuando la reparación directa no es posible, el trabajo de elaboración es el trabajo psicológico consistente en razonar, entender, recordar y entretejer lazos entre dichos pensamientos de manera. El objetivo es lograr transformar progresivamente la experiencia dolorosa de la culpabilidad en una experiencia de crecimiento y maduración que nos lleve a reintegrar dicha experiencia en nuestra conciencia de una forma cada vez menos dolorosa para que pueda vivirse como un motor de crecimiento. En definitiva, la culpa puede ser usada para crecer y aprender, en eso consiste el trabajo de elaboración. Si a su vez este trabajo se hace de la mano de un buen terapeuta, puede llevarnos con más rapidez al alivio y al crecimiento que si este trabajo elaborativo se hace en soledad.
Podemos hacer mención del castigo y la expiación como una tercera vía de carácter moral, social o religioso y no tanto psicológico.
Para concluir me gustaría enfatizar en el hecho de que la culpa, aunque de carácter destructivo e inhabilitador, puede llevarnos a experiencias de comprensión y crecimiento que nos proporcionen un salto madurativo y nos permitan desarrollar nuevas experiencias de vida de mayor plenitud. Es importante no desanimarse, la culpa puede ser usada a nuestro favor y es importante, cuando esta aparezca, poder recordar esto: la culpa puede ser un motor de cambio para mejor.
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LO QUE DEBES SABER…
- Con la capacidad para la empatía viene la capacidad para sentir culpa, ya que somos sensibles al sufrimiento del otro, como lo somos al nuestro.
- Podemos llevar a cabo acciones encaminadas a reparar el daño causado mediante comportamientos compensatorios. Y estas acciones pueden llevarnos a la desaparición de la culpa.
- La culpa puede ser usada a nuestro favor y es importante, cuando esta aparezca, poder recordar esto: la culpa puede ser un motor de cambio para mejor.