El trastorno de identidad disociativo (TID), antes llamado trastorno de personalidad múltiple, es uno de los trastornos mentales más graves y complejos. Entre los ejemplos más clásicos, encontramos la novela El doctor Jekyll y mister Hyde de R.L. Stevenson.

Contrariamente a lo que podría parecer por su impactante sintomatología, es una patología que pasa relativamente inadvertida a nivel clínico, tendiéndose a diagnosticar mucho menos de lo que debería y confundiéndose con otros trastornos como esquizofrenia, trastornos afectivos y de ansiedad, trastornos neurológicos, etc. Si bien raramente se diagnostica, diversos estudios indican que cumplen criterios entre un 4 y un 18% de los pacientes psiquiátricos.

¿Qué es el trastorno de identidad disociativo?

El TID o trastorno de identidad disociativo es un trastorno que se caracteriza por la existencia de dos o más identidades (también llamadas estados mentales o estados de personalidad) muy diferentes entre sí, que controlan el comportamiento de la persona de manera alternante. El individuo puede comportarse y expresarse como si fuera personas diferentes según qué estado mental tenga el control. Por otro lado, la persona es incapaz de recordar información importante de algunas de las identidades coexistentes, por lo que puede hacer o decir cosas desde un estado mental que no recuerde en otro.
Otras patologías y dificultades que frecuentemente van asociadas serían depresión, ansiedad, baja autoestima, dificultades sociales, conductas autodestructivas, trastornos de personalidad, abuso de alcohol y drogas, trastornos alimentarios, somatización, etc.

¿Cómo se forma?

El  trastorno de identidad disociativo o TID forma parte de las psicopatologías de base traumática y suele iniciarse en la infancia. Suceden una serie de acontecimientos tan desestabilizadores y repetidos que el niño se siente sobrepasado a nivel emocional. No puede ni huir de la situación ni luchar contra ella, por lo que la única manera que tiene de reaccionar es dividirse a nivel interno, distanciarse de sí mismo, como si no estuviera viviendo lo que está viviendo. Llamamos a esto disociación. Es importante señalar que entre un 80-99% de las personas con TID puntúan para un diagnóstico secundario del trastorno del estrés postraumático (TEPT). Entre un 85-90% han sufrido abuso sexual.
La disociación es, pues, una forma de defenderse del trauma, y con el tiempo se va convirtiendo en la única manera de manejar cualquier tipo de estrés.
Sin embargo, el trauma por sí solo no es un factor suficiente para desarrollar un trastorno disociativo. Algunas personas superan situaciones devastadoras sin presentar demasiados problemas. Lo que va a marcar la diferencia será el apego, la forma que el niño tiene de vincularse afectivamente. Si tiene una figura de referencia positiva que le proporciona experiencias de apego seguras (protección, atención, modulación emocional, etc.), el niño aprende que la adversidad puede ser soportada y vencida, minimizando el riesgo de fragmentación psicológica y posibilitando un bienestar emocional futuro.

¿Tipos de disociación?

No toda la disociación es problemática:

  • Disociación no patológica: Se da en todas las personas (con y sin TID). Son cambios normales en el estado de conciencia. P.ej. quedarse absorto en actividades cotidianas, soñar despierto, etc.
  • Disociación patológica: Tiene que ver con la desconexión de aspectos fundamentales del yo, como la conciencia, la identidad, las sensaciones, movimientos corporales, la memoria o la percepción del entorno.

Hay tres grandes tipos de síntomas disociativos:

  • Amnesia: olvido de la información traumática, para seguir viviendo “como si aquello no hubiera ocurrido”.
  • Desrealización: la realidad no se percibe en su globalidad, sino como elementos aislados, sensación de sentirse desconectado del entorno, “esto no está pasando”, o despersonalización (desconexión del propio cuerpo, la mente y los propios sentimientos o sensaciones, “uno no está ahí”).
  • Confusión y alteración de la identidad.

Tratamiento del trastorno de identidad disociativo

La fragmentación de la personalidad genera un gasto de energía mental muy importante ya que la persona lucha constantemente por intentar mantener el orden entre las diferentes partes, lo que genera un alto grado de tensión. Esto hace que quede muy poca energía mental para todo lo demás. Es necesario potenciar la integración de la personalidad, haciendo que las partes se solapen entre sí, reconciliándose y fusionándose. De este modo, la energía se dejará de gastar a nivel interno y podrá ser volcada a nivel externo, haciendo que la persona pueda afrontar adaptativamente su vida presente y funcionando de forma unificada. Dejará de vivir en pasado y empezará a vivir en presente. Así pues, integración es lo opuesto de disociación.

El tratamiento del TID aborda diferentes aspectos:

  • Estabilización: fortalecer y afianzar a la persona.
  • Trabajo con las diferentes partes.
  • Trabajo con el trauma.
  • Integración de la personalidad y recuperación de las funciones interpersonales.

Es importante señalar que el objetivo terapéutico no es únicamente integrar los diferentes estados mentales. Hay que trabajar para mejorar la funcionalidad global de la persona, mejorar su calidad de vida, su autonomía, sus relaciones interpersonales, etc.

¿Pronóstico?

Los trastornos disociativos son tratables, pero necesitan un abordaje específico. Por eso es importante que haya un buen diagnóstico, para poderlos detectar y tratar de forma adecuada.
Puede haber diversos grados de avance. Algunos pacientes llegarán a la integración entre las partes, otros se estabilizarán y mejorarán su adaptación, otros continuarán teniendo partes, pero habrá menos conflicto y negatividad entre ellas. Sea como fuere, la mejoría no es una posibilidad, es una realidad siempre que se cuente con la ayuda apropiada.

 

 

Lo que debes saber…

  • Trastorno que se caracteriza por la existencia de dos o más identidades muy diferentes entre sí, que controlan el comportamiento de la persona de manera alternante.
  • Un trauma por sí solo no es un factor suficiente para desarrollar un trastorno disociativo. Lo que va a marcar la diferencia será el apego, cómo el niño se vincula afectivamente.
  • El objetivo terapéutico es integrar los diferentes estados mentales, pero también trabajar para mejorar la funcionalidad global, calidad de vida, autonomía, relaciones… de la persona.