Resumen del contenido
La leucemia mieloide aguda puede aparecer a en cualquier etapa de la vida, aunque es más frecuente en la vida adulta. Tiene en general un peor pronóstico que las leucemias linfáticas agudas, sobre todo en edades avanzadas o con alteraciones genéticas poco habituales.
¿Qué es la leucemia mieloide aguda?
Los leucocitos o glóbulos blancos son las células que participan en la defensa del organismo. Dentro de los leucocitos encontramos diferentes tipos, como los polimorfonucleares, los linfocitos o los monocitos, cada uno de ellos con una función determinada dentro del sistema inmunitario.
Los leucocitos se originan en la médula ósea, a partir de unas células inmaduras denominada blastos que van diferenciándose hasta crear los diversos tipos de leucocitos. Cuando se produce, por diferentes causas, una pérdida de los mecanismos de control de la proliferación de estos glóbulos blancos se habla de leucemia, es decir, un cáncer de leucocitos y sus blastos precursores.
En función del tipo de blastos que intervengan en la leucemia se distinguen leucemias linfáticas, si intervienen los linfoblastos, los precursores de los linfocitos, o bien de leucemias mieloides, si son los precursores de los hematíes, las plaquetas y del resto de leucocitos las células que originan el cáncer.
Asimismo, en función de su instauración y de la proporción de células maduras e inmaduras que intervengan en la leucemia, ésta puede ser aguda, con un predominio de las formas inmaduras y una evolución veloz, o bien crónica, con un mayor número de células maduras y una progresión más lenta.
Por lo tanto, cuando un paciente padece un cáncer de las células hematológicas que se crean en la médula ósea donde existe un predominio de células inmaduras llamadas mieloblastos, las precursoras de los leucocitos que no son linfocitos, de los hematíes y de las plaquetas, se clasificará dicha patología como una leucemia mieloide aguda.
¿Cómo se produce?
Los factores a tener en cuenta como causas posibles de este tipo de leucemias son:
- Factores genéticos, es decir, alteraciones de los cromosomas que predisponen a la aparición de estas enfermedades.
- Radiaciones ionizantes, como en el caso de la radioterapia a altas dosis o la exposición a radiaciones nucleares no controladas.
- Ciertas sustancias químicas, como por ejemplo benceno, sustancias alquilantes, nitrosoureas o cloramfenicol.
- Infecciones por algunos tipos de virus, concretamente ciertos retrovirus.
La exposición a estos factores de riesgo, así como la predisposición genética existente, hace que se produzcan mutaciones en determinados genes, especialmente en aquellos que controlan tanto los mecanismos de proliferación celular, es decir, la capacidad de las células para reproducirse, como en los genes encargados de mediar la muerte celular programada, el proceso mediante el cual las células agotadas, viejas o enfermas mueren para dejar paso a nuevas células.
Si estos mecanismos se alteran, tendrá lugar una formación exagerada de células que serán inmaduras, pues se reproducirán antes de haber alcanzado la madurez, y que además no estarán sometidas a la muerte celular programada, por lo que seguirán reproduciéndose constantemente. Este hecho, común a todos los cánceres, se da también en la leucemia mieloide aguda.
Como los mieloblastos que se están reproduciendo descontroladamente se generan en la médula ósea, estas células irán ocupando todo el espacio medular, de manera que el resto de células no afectadas verá disminuido su número y se reproducirán menos, motivo por el cual en la leucemia mieloide aguda se puede dar un descenso de los leucocitos que no están afectados por el cáncer, así como anemia y plaquetopenia si no son estas las líneas celulares afectadas por la leucemia mieloide aguda.
Los mieloblastos cancerosos pasan a la sangre y desde ahí pueden colonizar otros territorios, principalmente ganglios del sistema linfático, pero también el bazo, el hígado u otros órganos.
Dentro de las leucemias mieloides agudas se diferencia:
- Tipo 1, a partir de células no diferenciadas
- Tipo 2, a partir de mieloblastos no diferenciados
- Tipo 3, a partir de promielocitos, precursores de diferentes leucocitos no linfocitos ni monocitos
- Tipo 4, a partir de mielomonocitos, precursores de leucocitos no linfocitos
- Tipo 5, a partir de monoblastos, precursores de los monocitos
- Tipo 6, a partir de eritroblastos, precursores de los hematíes
- Tipo 7, a partir de megacariocitos, precursores de las plaquetas
Las más frecuentes son las tipo 1, 2, 4 y 5. Las leucemias mieloides agudas tipo 4 y 5 son las que presentan peor pronóstico, mientras que los pacientes con leucemia mieloide aguda tipo 3 presentan una mayor supervivencia.
Síntomas
Los síntomas se instaurarán bruscamente y progresarán a gran velocidad. Puede darse una clínica inicial de cansancio, falta de apetito y pérdida de peso. La ocupación de la médula ósea y el consiguiente descenso de la producción tanto de hematíes como de leucocitos maduros y plaquetas hará que se produzca un estado de anemia, (que conllevará cansancio, palidez cutánea, malestar general y otras alteraciones), infecciones de repetición a causa del déficit de defensas, y procesos hemorrágicos por los defectos de la coagulación secundarias a plaquetopenia.
Asimismo, cuando los mieloblastos salen al torrente sanguíneo y colonizan otros órganos, se pueden apreciar adenopatías, es decir, ganglios aumentados de tamaño, hepatomegalia y esplenomegalia. Los mieloblastos también invaden otros órganos, como por ejemplo el sistema nervioso central, la piel y las encías, principalmente en el caso de los tipos 4 y 5. La variante tipo 3 puede presentar un cuadro de coagulación que se produce dentro de los vasos, la llamada coagulación intravascular diseminada.
En ocasiones, a causa de la proliferación excesiva de las células cancerígenas, puede darse dolor en los huesos y éstos pueden padecer fracturas.
Diagnóstico
Ante un paciente que presente un cuadro de instauración brusca de debilidad, pérdida de apetito y pérdida de peso asociado a infecciones de repetición o problemas hemorrágicos se debe descartar una leucemia aguda, de tipo mieloide especialmente en la edad adulta. Se realizará una analítica de sangre, donde se apreciará en general un aumento de los leucocitos en sangre, pues al realizar la analítica se contabilizan tanto las formas maduras como los mieloblastos, aunque el número total de leucocitos también puede aparecer disminuido si las formas inmaduras no han llegado a salir a la sangre.
Al estudiarlos por separado, se verá que el aumento de los leucocitos es sobre todo a expensas de un mayor número de mieloblastos. Asimismo, se podrá ver un descenso del número de hematíes y de plaquetas. Cabe decir, no obstante, que hasta un 10% de las leucemias mieloides agudas pueden presentar una analítica dentro de la normalidad.
El diagnóstico de confirmación lo proporcionará la biopsia de médula ósea, que permitirá ver una proporción de mieloblastos superior al 30%. Diferentes pruebas genéticas y bioquímicas permitirán ayudar a determinar el subtipo de leucemia mieloide aguda que padece el paciente.
Pruebas de imagen como la ecografía, la resonancia magnética nuclear o la tomografía axial computadorizada permitirán valorar la afectación de otros órganos.
Tratamiento
Siempre que se pueda se optará por el trasplante de médula ósea como tratamiento curativo. De otro modo, el tratamiento se basará en la quimioterapia, buscando con ella curar por completo al paciente, consiguiendo normalizar las cifras de leucocitos, hematíes y plaquetas, y disminuir por debajo del 5% la presencia de mieloblastos en sangre. Se realizará una primera tanda de inducción buscando la remisión y posteriormente diversos ciclos de intensificación a dosis altas. En la leucemia mieloide aguda tipo 3 se aplica un tratamiento con ácido transretinoico con el cual se obtienen buenos resultados.
Medidas preventivas
Las únicas medidas para evitar padecer una leucemia mieloide aguda serían evitar la exposición masiva a radiaciones y a ciertas sustancias químicas carcinógenas.