La personalidad de las personas se forja en la niñez y la adolescencia, y se mantiene durante la edad adulta. La personalidad marca el modo en que las personas interaccionan con otras en la sociedad, forja los sentimientos y los modos de pensar. Cuando la personalidad de una persona se hace inflexible y de difícil convivencia en sociedad, cuando se altera de un modo importante el modo de comportarse socialmente en la cotidianeidad, generan malestar y aislamiento social. Es en este punto cuando se considera  trastornos de la personalidad.

No se trata de enfermedades propiamente dichas, sino de variaciones en la estructura del pensamiento y de la actuación de las personas que los presentan. Sin embargo, cuando son de intensidad suficiente, sí pueden interferir con la vida normal en sociedad.

¿Cómo se produce los trastornos de personalidad?

El origen de los trastornos de personalidad no está aclarado concretamente, pero la opinión más difundida consiste en que el trastorno de personalidad puede ser una forma de defensa de la persona contra pensamientos, impulsos, sucesos y circunstancias adversas o estresantes.

Así, podría ser un mecanismo de evitación de una circunstancia vital estresante.

Síntomas

Se han descrito nueve tipos de trastorno de personalidad, cada uno de ellos con sus propias manifestaciones. Todos ellos se caracterizan por ser una desviación del comportamiento respecto a aquello considerado «normal» en la sociedad y en la cultura en que se encuentra la persona, ya sea en cuanto al modo de pensar, como de sentir o de obrar.

Estas manifestaciones «inadecuadas» se mantienen en el tiempo y producen malestar en la persona que lo padece y/o en las que le rodean.

Los trastornos de personalidad descritos con más frecuencia son:

  • Paranoide: la persona se muestra rencorosa y desconfiada, piensa que todo gira a su alrededor, en especial para perjudicarle.
  • Esquizoide: son personas solitarias e insensibles a los sentimientos ajenos.
  • Antisocial: acostumbran a ser personas irresponsables, despiadadas, que siempre están fuera de las normas, inclumpliéndolas y buscando modos de evitar cumplirlas.
  • Histriónico: personas que siempre desean ser el foco de atención y actúan de un modo dramático.
  • Obsesivo: son personas en gran medida indecisas, escrupulosas y detallistas.
  • Narcisista: son personas que se creen omnipotentes, exploradores y arrogantes.
  • Límite: son personas impulsivas y que temen ser abandonadas.
  • Evitativo: no se relacionan con las personas de su entorno por miedo a ser rechazados.
  • Dependiente: se acomodan siempre a las decisiones de los demás para evitar decidir por ellos mismos.

Diagnóstico

El diagnóstico de los trastornos de personalidad se realiza a través de las manifestaciones clínicas, especialmente a través de la historia personal y del comportamiento social, de la observación de la persona en la sociedad. Se considera que todas las personas tienen cierto grado y algunos rasgos de uno o más trastornos de personalidad, pero que éstos no llegan a interferir con la vida diaria en sociedad, por lo que en algún modo se consideran normales. Incluso, en algunas profesiones, se puede considerar beneficioso de algún modo tener algún trastorno de personalidad en grado leve.

A menudo los pacientes no solicitan atención profesional y suelen ser las personas de su entorno las que soliciten por ellos la atención.

De gran importancia es poder determinar el grado en que el trastorno está interfiriendo en la vida diaria del paciente y de su entorno familiar o social.

Tratamiento de los trastornos de personalidad

El tratamiento de los trastornos de personalidad debe abordarse cuando éste afecta gravemente a la vida diaria del paciente o a la vida de las personas de su entrono. El abordaje suele venir desde dos ópticas, psicológica y farmacológica.

La mayoría de pacientes rehúsan el tratamiento farmacológico a largo plazo, por el hecho de que el trastorno es siempre crónico y a menudo no es percibido por el paciente como tal. El paciente generalmente percibe el trastorno como una forma de ser e incluso lo advierte como un hecho ventajoso de su personalidad o como un problema externo a él mismo. Así, el profesional sanitario deberá lograr la consideración del paciente, logrando que considere que su rasgo de personalidad es un trastorno que está afectando negativamente a su propia vida y a la de su entorno.

Medidas preventivas

Se considera que el entorno familiar y social estable, flexible y normalizado, la existencia de normas básicas de convivencia y la necesidad de su cumplimiento, la existencia de patrones educativos que favorezcan la maduración y el equilibrio de la persona en las etapas de formación (niñez y adolescencia) son las mejores medidas para evitar la aparición de trastornos de personalidad en la edad adulta.