Vamos a adentrarnos en el fascinante mundo de las momias y su contrapunto, la cosmética. Mucho hemos oído hablar sobre la archifamosa Cleopatra, sumergida en leche de burra para tonificar su piel, pero hemos de tener en cuenta que los escritos sobre ella no escapaban a su control… vamos que ni Cleopatra era tan guapa como decían sus contemporáneos, ni, seguramente, su piel tan tersa.
Sí es verdad que el mundo egipcio se caracterizaba por su riqueza ornamental, no podemos obviar las mastabas, hipogeos y pirámides que grandes faraones patrocinan para su enterramiento y que todo lo revestían en una corte de lujo y suntuosos colores, que llevarían a una gran sofisticación en cuanto a medidas cosméticas utilizadas por estos habitantes de las orillas del Nilo.
Todos los egipcios, independientemente de su clase y estrato social, se maquillaban, sobre todo los ojos, cuyas formas y texturas cambiarán según la época. Contribuían a los rituales destinados a preservar a los dioses de la muerte y resucitarlos. Los vestigios encontrados hasta ahora de maquillaje revelan la presencia de algunos elementos que no se encuentran en estado natural, lo que hace pensar que ya eran capaces de fabricar productos sintéticos que buscan, además de la estética, una función terapéutica; numerosos papiros médicos de la época hablan de la presencia de recetas que se utilizaban para proteger los ojos del intempestuoso clima del antiguo Egipto.
Es curioso observar que los cosméticos modernos contienen las mismas dosis de grasas (aunque actualmente son vegetales) que los maquillajes egipcios. Los polvos de los tarros encontrados podían ser mates o irisados.
Desde principios del Imperio Antiguo el maquillaje formaba parte de la lista de ofrendas funerarias. El maquillaje verde de los ojos es sustituido hacia la V Dinastía por el negro. Precisamente este ojo negro lo encontramos en numerosos sarcófagos y simboliza la integridad.
A pesar de que predominan los maquillajes verdes y negros, existía una gama de pigmentos variados. Para su viaje al más allá, los egipcios se llevaban su paleta de maquillaje, su estuche tocador y todas las materias primas necesarias para su fabricación. El estuche llevaba: espejos, peines, estiletes, pinceles, horquillas….. incluso se han encontrado restos de lo que hoy sería nuestra actual esponja destinada al maquillaje del cutis. Estos cosméticos se guardaban en tarros de piedra dura, algunos se cerraban con tapa de lino o con un tapón de tejido. Tubos de hueso y marfil (parecidos a los actuales eyeliner), cofres con múltiples compartimentos decorados con motivos vegetales y animales conformaban todo un utillaje destinado a una parte muy importante de la naturaleza pública y funeraria de los egipcios…..
Y ya que estamos en materia funeraria…. vamos a ver los pasos que se seguían para la momificación.
Los antiguos egipcios creían que el alma del difunto viajaba hacia el más allá. El proceso de embalsamamiento era distinto según la clase social a la que se pertenecía. El más caro consistía en extraer el cerebro por la nariz, las vísceras por el costado izquierdo (a través de una incisión) que se colocaban en los vasos canopes, después de esto se secaba la piel durante 40/60 días, el tiempo equivalente a la duración que la estrella Sirio tardaba en salir de nuevo por el horizonte. Tras esta desecación, lavaban el cuerpo y lo frotaban con aceites especiales y luego llenaban el cuerpo con aserrín, lino y arena. Envolvían el cuerpo con 147 metros de vendas de lino untadas con material especial para pegar y endurecer la tela.
Para terminar el proceso, le abrían la boca del alma a los efectos de que pudiera digerir el alimento específico para el viaje.
Como curiosidad tenemos la conocida momia de Ramses II que destaca por la ausencia de su miembro viril, hecho curioso en un faraón que tuvo nada más y nada menos que 152 hijos….
El arte de la momificación sobrevivió hasta el momento en que el emperador Teodosio (392 d.c.) la prohibió.
En una próxima entrega hablaremos de la medicina propiamente dicha en el fascinante mundo egipcio.