Numerosos estudios realizados desde principios del siglo XX ofrecen distintos abordajes nutricionales para mejorar los síntomas de múltiples enfermedades autoinmunes.  La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune y, a continuación, veremos cómo el papel de un dietista-nutricionista complementa de una manera muy eficaz el tratamiento médico y farmacológico en esta patología.

¿Qué es la artritis reumatoide?

La artritis reumatoide forma parte de un conjunto de enfermedades que se denominan autoinmunes. Estas enfermedades se originan cuando el sistema inmunitario (que nos protege de enfermedades e infecciones) ataca por error a las células sanas de nuestros órganos y tejidos.

En este caso, la artritis reumatoide se considera un trastorno inflamatorio crónico que principalmente afecta a las articulaciones causando la erosión ósea y la deformidad de estas.

¿Qué síntomas produce?

Los principales síntomas se caracterizan por la inflamación de las articulaciones (sobre todo en los dedos de las manos y pies, muñecas, codos, hombros, caderas y rodillas). Esta inflamación produce dolor y rigidez, especialmente después de un periodo de reposo largo o por las mañanas, provocando así daños en los ligamentos, tendones y huesos que hay alrededor. Otros síntomas que también pueden aparecer son: fatiga, falta de apetito, anemia o fiebre. Esta sintomatología supone un verdadero problema para los afectados, ya que, con el tiempo, se va produciendo un empeoramiento de la incapacidad funcional y, en consecuencia, de su calidad de vida.

Las causas del inicio son desconocidas, no obstante, la mayoría de estas enfermedades se producen por factores genéticos, ambientales, emocionales o incluso psicológicos. Asimismo, factores como el sobrepeso y el tabaquismo pueden agravar o desarrollar la enfermedad.

¿A quién puede afectar?

Puede aparecer en edades jóvenes (a partir de los 25 años), pero lo hace con mayor incidencia entre los 45-55 años. Puede presentarse de forma repentina o producirse debido a una situación de estrés u otro factor descrito anteriormente.

La alimentación y la artritis reumatoide

La alimentación en la artritis reumatoide, el estilo de vida y el estado nutricional son los factores modificables más importantes puesto que ayudan a mejorar la sintomatología eliminando posibles alimentos dañinos, a la malabsorción de los nutrientes en el intestino, a cubrir las necesidades nutricionales y al mantenimiento de la masa ósea.

Hoy en día, los conocimientos científicos existentes parecen demostrar que hay una cierta conexión entre varios alimentos y el proceso inflamatorio que esta enfermedad implica. Algunos nutrientes y alimentos beneficiosos que se recomiendan incluir en el menú para la artritis reumatoide son:

Ácidos grasos omega 3

Según varios estudios, el contenido de ácidos grasos poliinsaturados de la alimentación y la suplementación con ácidos grasos omega 3 reducen la inflamación, la rigidez que se produce por las mañanas y, por consiguiente, el dolor de las articulaciones. Además, reducen también los niveles de triglicéridos, por lo que también ocasionan un efecto cardioprotector si se incluyen en nuestra dieta.

¿Dónde encontrar estos ácidos grasos omega 3?

  • Pescado y otros mariscos, sobre todo pescados azules ( atún, salmón, caballa, sardinas, etc).
  • Frutos secos y semillas (nueces, semillas de chía hidratadas, semillas de linaza, semillas de lino, de cánola, de germen de trigo, etc.).
  • Aceite de linaza, de soja y de cánola.
  • Alimentos fortificados como: productos lácteos ricos en omega 3.
  • Algunos vegetales de hoja verde (col rizada, coles de Bruselas, espinacas, etc.)

Vitamina D y calcio

En varios estudios se muestra el nivel de vitamina D significativamente más bajo en personas con artritis reumatoide en comparación con población sana. La concentración puede depender de varios factores, como: exposición solar, edad, índice de masa corporal, etc. La vitamina D juega un papel importante en los mecanismos de autoinmunidad, ya que debido a su efecto inmunomodulador (es decir, que estimula al sistema inmunitario) permite reducir notablemente los efectos de la artritis reumatoide. Además, al ser una vitamina liposoluble, ayuda a fijar el calcio en los huesos, y, por consiguiente, a prevenir la osteoporosis.

El calcio es uno de los minerales más importantes para el desarrollo de huesos y dientes fuertes, por lo que unos valores adecuados de vitamina D en nuestra dieta permitirá su absorción.

  • Fuentes de vitamina D: pescados grasos, aceite de hígado de pescado, yema de huevo, quesos, yogures naturales, productos lácteos fortificados…, además de la exposición solar 15 minutos/día.
  • Fuentes de calcio: espinas de pescado azul pequeño (sardinas, anchoas…), productos lácteos y derivados, almendra, sésamo, brócoli, etc.
  • Destacar: papaya y piña, ya que contienen papaína y bromelina, dos sustancias con alto poder antiinflamatorio.

Vitamina C

La vitamina C tiene función antioxidante y protectora del sistema inmune frente a infecciones. Junto a los ácidos omega 3, inhibe los procesos inflamatorios que cursan en el organismo. Y, del mismo modo, ayuda en la síntesis y mantenimiento del colágeno y del cartílago, que forman parte de la estructura de las articulaciones.

Fuentes de vitamina C:

  • Frutas frescas (naranja, kiwi, fresas, mandarina, mango…).
  • Verduras frescas (pimientos crudos, perejil, tomate…).
  • Destacar: papaya y piña, ya que contienen papaína y bromelina, dos sustancias con alto poder antiinflamatorio.

Azufre, fósforo y magnesio

  • El azufre es un mineral necesario para la formación del colágeno y, por lo tanto, de huesos y cartílagos. Así, cuando hay un déficit de azufre, puede aparecer un fuerte dolor al movimientos de las articulaciones. Alimentos proteicos (aves, pescados, huevos y lácteos), hortalizas del género allium (ajos, ajos tiernos, espárragos, todo tipo de coles, cebolla, etc.).
  • Fósforo y magnesio: ambos minerales participan en la formación de los huesos. En especial el fósforo, ya que se recomienda que la relación entre calcio y fósforo que sea 1 o superior a 1. Esta relación es importante debido a que un exceso de fósforo provoca una disminución de la masa ósea, y más todavía cuando la ingesta de calcio es baja. Alimentos que son fuentes de fósforo: cereales integrales, pescados, carnes, tofu, legumbres, quesos, etc.

Jengibre y cúrcuma

  • El jengibre es un antiinflamatorio natural que protege las articulaciones. Numerosos estudios le atribuyen la reducción del dolor y, por tanto, evitar la degradación de los cartílagos y desgaste de los huesos.
  • En cuanto a la cúrcuma, es su principio activo (la curcumina) la que reduce la inflamación. Su efecto antiinflamatorio disminuirá el hinchazón y el dolor de las articulaciones.

Recomendaciones nutricionales

  • El proceso inflamatorio de la artritis reumatoide implica cubrir el aumento de las necesidades calóricas y proteicas.
  • Los factores de estilo de vida pueden influir en la enfermedad y en los síntomas que produce. Hábitos como el consumo elevado de alcohol, cafeína y tabaco pueden agravar la eliminación del calcio y, junto al sobrepeso y la obesidad, aumentar el desarrollo de la enfermedad. Especial importancia tiene el control del peso, ya que puede favorecer la aparición de lesiones articulares.
  • Se recomienda realizar ejercicio de forma regular, ya que además de sintetizar la vitamina D (con la exposición solar), ayuda a mantener el tono muscular y evita la desmineralización del hueso.
  • Consumir ácidos grasos esenciales omega 3 para reducir la inflamación.
  • Cubrir las necesidades hídricas para conseguir una adecuada lubricación a nivel articular.
  • Evitar una ingesta alta de sal, ya que además de agravar la excreción de calcio por la orina, puede provocar una inflamación de las células inmunitarias, y más aún si se acompaña con un hábito tabáquico.
  • Evitar el consumo de bebidas y productos azucarados ya que empeoran los síntomas.

Las carnes y derivados, debido a su alto contenido en proteínas de buena calidad y en zinc y hierro, proporcionan aminoácidos necesarios para sintetizar los cartílagos, prevenir y disminuir el tiempo de lesión y mantener un buen estado de las articulaciones. Incluir en el menú alimenticio aquellas con menos grasas y preferiblemente blancas.

Lo que debes saber…

      • Hoy en día, los conocimientos científicos existentes parecen demostrar que hay una cierta conexión entre varios alimentos y el proceso inflamatorio que esta enfermedad implica.
      • Hábitos como el consumo elevado de alcohol, cafeína y tabaco pueden agravar la eliminación del calcio y, junto al sobrepeso y la obesidad, aumentar el desarrollo de la enfermedad. Especial importancia tiene el control del peso, ya que puede favorecer la aparición de lesiones articulares.
      • Según varios estudios, el contenido de ácidos grasos poliinsaturados de la alimentación y la suplementación con ácidos grasos omega 3 reducen la inflamación, la rigidez que se produce por las mañanas y, por consiguiente, el dolor de las articulaciones.