Espondilitis anquilosante: síntomas y tratamiento
Resumen del contenido
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¿Qué es?
Es una enfermedad inflamatoria de la columna vertebral que afecta en todos los casos a las articulaciones sacroilíaca. Su evolución natural es hacia la anquilosis del raquis con la consecuente pérdida de elasticidad de la columna. Se presenta más frecuentemente entre los 20 y los 40 años. La edad promedio de aparición son los 27 años con predominio en varones. El inicio después de los 45 años o antes de los 9 es excepcional.
Causas
La causa principal de espondilitis anquilosante es desconocida aunque se conoce la relación entre esta enfermedad y el antígeno HLA-B27, transmitido por herencia genética. También se piensa que existen otros factores determinantes en la enfermedad, como son una alteración en la respuesta inmune, un agente infeccioso u otros todavía desconocidos.
La afectación de la articulación sacroilíaca (unión entre el sacro y la pelvis) es constante y a partir de ésta, la inflamación se produce de manera ascendente por el raquis con tendencia a la fusión de los cuerpos vertebrales mediante proliferaciones óseas (sindesmofitos) originando la llamada columna «salomónica» o «en caña de bambú» en las formas avanzadas.
Síntomas
En la mayoría de los casos los síntomas iniciales de esta enfermedad son insidiosos con molestias en la columna de forma leve o moderada, llegando al diagnóstico aproximadamente a los 3 años del inicio de la sintomatología.
El síntoma principal es el dolor, más frecuentemente en la zona lumbar siendo característico que despierte al paciente obligándole a levantarse y a caminar unos minutos o a repetidos cambios de postura. Este dolor no se relaciona con el esfuerzo y se alterna con periodos sin dolor. La rigidez lumbar también es frecuente, de predominio matutino que va mejorando con la actividad física. Ambos aspectos se van alternando con periodos de remisión hasta la aparición de nuevos brotes de dolor y/o rigidez.
La afectación respiratoria se debe a la afectación de la articulación manubrioesternal, condroesternal y esternoclavicular y puede ser en forma de dolor torácico como forma de presentación. En la mitad de los pacientes se producen alteraciones en las articulaciones periféricas. La más importante es la de las caderas, que es crónica, generalmente bilateral y suele provocar una importante incapacidad.
Entre las manifestaciones extraarticulares de la espondilitis anquilosante, destaca la afectación ocular en forma de iritis aguda. Es una forma de uveítis que aparece al menos una vez en un 30% de los pacientes. Aparece en forma de dolor y fotofobia. No suele dejar secuelas y suele ser unilateral. A nivel cardíaco, la afectación de la aorta es lo más característico, en forma de insuficiencia, y la afectación pulmonar es debida a la alteración de la movilidad respiratoria provocando disfunciones en las pruebas funcionales. Existe también cierta inestabilidad en la columna cervical cuando ésta se afecta, provocando lesiones de médula cervical y luxaciones cervicales.
Diagnóstico
Se basa en datos clínicos y radiológicos, formando parte de unos criterios universales en los que se incluye de forma determinante la afectación de la articulación sacroilíaca. La sacroileitis se clasifica en diferentes grados en función de las alteraciones radiológicas observadas y junto a criterios clínicos que incluyen limitación de los movimientos de la columna lumbar, dolor en región lumbar y disminución de la expansión respiratoria, constituyen el diagnóstico de la enfermedad.
Entre las pruebas de laboratorio, destaca la presencia del antígeno HLA-B27 en el 90% de los pacientes, aunque su sola presencia no es indicativa de enfermedad. Es un dato que puede ayudar al diagnóstico. La VSG está aumentada como signo inflamatorio inespecífico en la mayoría de los pacientes, sin tener relación con la actividad de la enfermedad.
Tratamiento
No existe un tratamiento de espondilitis anquilosante curativo. El tratamiento actual se basa en reducir la el dolor y la rigidez y evitar la anquilosis de la columna vertebral y articulaciones periféricas, manteniendo al paciente con la mayor calidad de vida posible.
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) permiten aliviar el dolor y así evitar malas posturas. El tratamiento debe ser prolongado con las mínimas dosis posibles para conseguir un buen control del dolor y conseguir una práctica de ejercicio regular. La sulfasalazina puede ser útil en personas que no responden a los AINEs y en formas de no muchos años de evolución.
Es una enfermedad en la que el reposo absoluto está contraindicado, por la gran tendencia que tiene a la anquilosis. Es recomendable realizar ejercicios que permitan una buena extensión de la espalda, como puede ser la natación. Es importante que el paciente sea enseñado en la práctica de ejercicios para evitar la anquilosis por parte de profesionales para hacerlos después en su casa de forma diaria.
No se recomiendan corsés porque favorecen la inmovilización de la columna, y sí colchones duros, con una tabla debajo, y con almohadas delgadas.
De esta manera, la evolución de la enfermedad es buena. Sólo una minoría evolucionará desfavorablemente a pesar del tratamiento médico y rehabilitador utilizado. La rigidez es la secuela más habitual, provocando la reducción de la capacidad funcional del enfermo. Como siempre, una alimentación equilibrada y dieta saludable contribuye a la efectividad del tratamiento.
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