Espondilosis lumbar: síntomas y tratamiento
Resumen del contenido
Licenciada en Medicina y Cirugía, por la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia. Especialista en Reumatología. Doctorado en Psicopatología y Psicología social. Actualmente (desde 2002) es Médico consultor del departamento de Segunda Opinión Médica, en Teladoc Health. Médico colaborador con grupo de Traumatología, especialista en Reumatología, en la Clínica Teknon de Barcelona (desde 2010). Y Médico Colaborador Especialista en Reumatología en el Instituto Poal de Reumatología desde 1990.
El término espondilosis indica cualquier tipo de degeneración de la columna y uno de los motivos más comunes de consulta médica y se relación con el desgaste de la columna a lo largo de los años, así el 80% de las personas de mas de 65 años sufren algún tipo de desgaste.
¿Qué pasa con el paso del tiempo?
Todos los discos, de todas las personas, se van desgastando con los años, aunque en cada persona degeneran de una manera dependiendo de varios factores, como la actividad que realice, el peso soportado, el trabajo al que se dedica y, sobre todo, por la influencia genética. Podemos decir que es un proceso evolutivo durante el cual se pueden presentar multitud de “enfermedades”, tales como el dolor discogénico, fisura discal, la hernia discal, inestabilidad lumbar segmentaría, espondilolistesis y la estenosis de canal, todas ellas con un mismo denominador común el dolor lumbar o lumbociático.
¿Qué causas tiene?
La etiología exacta del dolor lumbar es de difícil diagnóstico, en gran parte por la complejidad de la propia estructura anatómica de la columna. Se puede originar en distintas estructuras anatómicas: disco, ligamentos, musculatura, articulaciones sacroilíacas y facetas articulares, entre otras. No existe correlación directa entre la degeneración y la lumbalgia, de hecho, algunos pacientes con los discos altamente degenerados no presentan dolor lumbar, mientras otros con signos menos pronunciados tienen dolor incapacitante.
Función de los discos
Los discos vertebrales actúan como amortiguadores entre las vértebras de la columna vertebral. A partir de los 40 años aproximadamente comienza a deshidratarse y encogerse y va disminuyendo el espacio entre una vértebra y otra. Dentro de los discos hay una estructura, como una moneda, que puede desplazarse u es lo que llamaríamos hernia discal que puede presionar la medula espinal o las raíces nerviosas
A medida que se deterioran los discos puede producirse calcificaciones en las estructuras en los ligamentos que unen una vértebra con otra y hacer que la columna se pierda flexibilidad, se haga más rígida y tenga menos movimiento. También puede aparecer calcificaciones que crecen desde la bases de las vértebras formando los osteofitos, picos de loro, etc. y también puede presionar la medula o las raíces nerviosas
Los signos radiológicos característicos de la degeneración discal son la pérdida de altura del espacio intervertebral (pinzamiento discal) y alteraciones asociadas en los platillos vertebrales (irregularidades y prominencias o picos). En los casos de afectación crónica se llega a observar esclerosis subcondral, que se manifiesta como bandas de aumento de densidad limitadas a los platillos.
¿Qué podemos hacer para prevenir la espondilosis lumbar?
La espondilosis no es una enfermedad como tal, sino más bien un proceso mecánico, por eso ningún fármaco ni tratamiento puede reconstruir las articulaciones ni los discos, ni suplir su función.
No podemos evitar el desgaste natural de nuestras columnas que sucede con el paso de los años. Sin embargo, hay cosas que podemos hacer para disminuir el impacto de problemas lumbares. Tener un estilo de vida saludable es un buen comienzo.
- Ejercicio: combinando ejercicios aeróbicos, como caminar o nadar, con ejercicios específicos para mantener los músculos de la espalda y abdomen fuertes y flexibles.
- Levantar las cosas correctamente: debemos levantar artículos pesados con las piernas, no con la espalda. evitando inclinarnos hacia delante para levantar algo. Debemos elevarlos manteniendo la espalda derecha y doblando las rodillas.
- Mantener un peso corporal saludable: al tener sobrepeso ponemos más estrés en la zona lumbar de la espalda.
- No fumar: el tabaco hace que la columna envejezca más rápido de lo normal.
- Mantener una buena postura en el día a día es importante para evitar problemas futuros. Un terapeuta puede enseñarnos cómo mantenernos de pie, sentarnos y levantar cosas de forma segura.
Tratamiento
Aun así y siguiendo todas estas medida de prevención, es posible que tengamos alguna crisis de dolor y en ese momento debemos abordarlo de manera diferente. Existen varios enfoques médicos y fisioterápicos:
- Medicación (siempre supervisada por médicos): aspirina, antiinflamatorios no esteroides, narcóticos menores, relajantes musculares y, ocasionalmente, corticoides.
- Fisioterapia: Pasiva, mediante la aplicación de calor o hielo, masaje, ultrasonido, estimulación eléctrica, etc. Activa, mediante estiramientos, levantamiento de pesas y ejercicios cardiovasculares, en principio supervisadas si es posible por un preparador físico. Ejercitar para restaurar el movimiento y la fuerza del área lumbar puede ser beneficioso en el alivio del dolor.
- Faja o corsé: nos puede ayudar a aliviar los síntomas, pero no es conveniente el uso continuado sino que es mejor reservarla para los momentos de sobrecarga mecánica.
- En algunos casos y en función de la causa subyacente puede beneficiarnos un tratamiento con un quiropráctico o terapia de manipulación. A veces se indica tracción, pero no hay evidencia científica de su efectividad.
- Otros programas basados en el ejercicio, como aquagym, pilates o yoga son beneficiosos para algunos pacientes.
Aunque el tratamiento no quirúrgico es el de primera elección, hay ocasiones en que no es suficiente y pueden ser necesarias acciones más intervencionistas:
- Infiltraciones o bloqueos epidurales que consisten en la introducción de un anestésico local y un antiinflamatorio lo más cercano posible a la zona inflamada. El objetivo de la técnica es lograr que el antiinflamatorio actúe directamente en la zona de lesión. Producen una mejoría (temporal o definitiva) que repercute en la calidad de vida del paciente y que debe de ir acompañada de una reeducación paralela de la espalda.
- La rizólisis percutánea consiste en la denervación de las carillas articulares mediante radiofrecuencia con la que quemamos el ramo posterior que es el nervio que recoge la sensibilidad de la faceta y cuando la faceta esta degenerada emite señal de dolor a través de este nervio.
Cuando el tratamiento conservador no es suficiente, es conveniente realizar tratamientos quirúrgicos. Existen dos opciones: las técnicas de no fusión y las técnicas de fusión. Dentro de las primeras podemos destacar la prótesis total de disco indicada en pacientes jóvenes con degeneración sólo en un nivel, teniendo en cuenta el estado de las articulaciones facetarías y la musculatura paravertebral.
Sin embargo, la técnica más utilizada es la fusión vertebral mediante la unión de las dos vértebras a través de “puentes de hueso” gracias al injerto colocado durante la intervención. A pesar de obtener la fusión vertebral, desde el punto de vista radiológico, los resultados clínicos son variables.
Cuidar la columna vertebral es de vital importancia y siempre es recomendable que puedas consultar con especialistas que te puedan aconsejar de la mejor manera, con el Seguro de Salud de MAPFRE tendrás a tu disposición un gran cuadro médico de especialistas que cuidarán de tu salud.
Lo que debes saber…
- No podemos evitar el desgaste natural de la columna que sucede con el paso de los años. Sin embargo, hay cosas que podemos hacer para disminuir el impacto de problemas lumbares: hacer ejercicio, mantener un peso saludable, cargar peso de forma adecuada, no fumar…
- Aun así y siguiendo todas estas medida de prevención, es posible que tengamos alguna crisis de dolor y en ese momento debemos abordarlo de manera diferente: fisioterapia, programas basados en ejercicio, uso de faja o corsé, medicación bajo criterio médico…
- Aunque el tratamiento no quirúrgico es el de primera elección, hay ocasiones en que no es suficiente y pueden ser necesarias acciones más intervencionistas (infiltraciones, rizólisis percutánea, cirugía…).
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