Rotura del tendón de Aquiles: ¿Hay secuelas?
Resumen del contenido
Licenciada en Medicina y Cirugía Universidad de Salamanca. Suficiencia investigadora en Medicina y Cirugía Universidad de Salamanca. Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria Universidad de Barcelona. Telehealth, as a tool in Chronic Disease Management por la Harvard Medical School, Boston, EE.UU.
El tendón de Aquiles o tendón calcáneo, es el tendón más grande y potente del sistema musculoesquelético del ser humano. Se encuentra localizado en la parte posterior del tobillo y conecta los músculos de la pantorrilla (músculo gastrocnemio y músculo sóleo) con el hueso del talón (hueso calcáneo). Su función principal es transmitir la fuerza generada por los músculos de la pantorrilla hacia el pie, permitiendo de esta forma la flexión plantar del tobillo, es decir, apuntar con los dedos del pie hacia abajo.
El tendón de Aquiles es fundamental para desarrollar actividades tan importantes como caminar, correr, saltar y cualquier movimiento que implique la flexión plantar del pie. Asimismo, es una estructura esencial para la movilidad y la estabilidad del tobillo.
¿Cómo se clasifican las roturas del tendón de Aquiles?
En general, las roturas del tendón de Aquiles se clasifican en dos tipos principales:
- Rotura parcial: en este tipo de lesión, el tendón sufre un desgarro incompleto, que puede ser pequeño y muy localizado, o bien extenso afectando a la mayor parte del tendón, pero aún queda cierta continuidad de las fibras.
- Rotura completa: en este caso, el tendón se rompe completamente, lo que significa que se separa por completo en dos partes, sin solución de continuidad de las fibras.
Además de esta clasificación general, las roturas del tendón de Aquiles también se pueden clasificar según la ubicación y la extensión de la lesión, así como de si se trata de una la lesión aguda o crónica.
¿Cómo se produce la rotura del tendón de Aquiles?
La rotura del tendón de Aquiles puede ser causada por una variada serie de factores. Las causas más frecuentes son:
- Traumatismo repentino: un movimiento brusco o una carga excesiva sobre el tendón de Aquiles, como un salto o un cambio rápido de dirección durante la actividad física, puede provocar su rotura.
- Debilidad del tendón: la degeneración gradual del tendón debido al envejecimiento, a un uso excesivo o a la falta de flexibilidad, puede hacerlo más propenso a sufrir una rotura, incluso con movimientos aparentemente normales.
- Falta de calentamiento/estiramiento: realizar actividades físicas vigorosas sin un adecuado calentamiento previo o un estiramiento al finalizar, puede aumentar el riesgo de lesiones en el tendón de Aquiles, incluida su rotura.
- Sobrecarga repetitiva: la práctica excesiva de ciertos deportes o actividades que implican movimientos repetitivos que ponen tensión en el tendón de Aquiles, como correr o saltar, puede llevar a su debilitamiento y eventual rotura.
- Calzado inadecuado: el uso de calzado que no proporciona un buen soporte o que no se ajusta correctamente puede aumentar la presión sobre el tendón de Aquiles, aumentando el riesgo de sufrir lesiones.
- Factores anatómicos: algunas personas pueden tener una predisposición genética a padecer roturas del tendón de Aquiles debido a ciertas características anatómicas, como una inserción anormal del tendón o una mala alineación biomecánica.
- Uso de ciertos medicamentos: algunos medicamentos, como las fluoroquinolonas o los corticoides usados de forma prolongada, se han asociado con un mayor riesgo de ruptura del tendón de Aquiles como efecto secundario.
- Enfermedades o condiciones médicas: como la tendinitis crónica, enfermedades reumatológicas o del tejido conectivo, pueden aumentar el riesgo de sufrir una rotura del tendón de Aquiles debido a la debilidad o a la inflamación crónica del tendón.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas pueden variar en función de la gravedad de la rotura (parcial o completa, extensión, si es aguda o crónica) y de la condición física y el umbral de dolor de cada persona. En líneas generales, los síntomas que aparecen con más frecuencia son:
- Dolor repentino y agudo en la parte posterior del tobillo o en la parte inferior de la pierna, a modo de «golpe» o «puntada». El dolor puede ser intenso e incapacitante, especialmente en las roturas completas.
- Sensación de un chasquido o estallido en el momento de la lesión, especialmente si la rotura del tendón es completa.
- Incapacidad para caminar o levantar el talón del suelo o de flexionar la planta del pie.
- Hinchazón de la zona alrededor del tobillo.
- Debilidad en el tobillo o la pierna afectada con dificultad para la realización de actividades como caminar o levantarse.
- Alteración de la sensibilidad de la zona alrededor del sitio de la rotura y aparición de hematomas debido al sangrado interno causado por la lesión.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico debe ser establecido por un médico o un fisioterapeuta y se basa fundamentalmente en la anamnesis y la exploración física del paciente, en algunos casos puede ser necesario realizar pruebas de imagen como la ecografía o la resonancia magnética para confirmar el diagnóstico y establecer el grado de severidad de la rotura.
¿Cómo se trata?
El tipo de tratamiento y su duración dependerá de la edad, el nivel de actividad de la persona y la gravedad de la lesión.
Existen dos modalidades de tratamiento:
- Conservador o no quirúrgico: basado en la aplicación de frío y elevación de la extremidad en la fase aguda, la inmovilización con bota ortopédica o con yeso en posición neutra durante unas semanas, y la fisioterapia y rehabilitación posterior.
- Quirúrgico más rehabilitación posterior.
Estudios recientes han demostrado que ambos tratamientos son igualmente efectivos si el paciente tiene acceso a un buen programa de rehabilitación funcional.
En general, las personas más jóvenes, activas y especialmente los deportistas, suelen decantarse por la cirugía para reparar el tendón de Aquiles cuando está totalmente roto; mientras que las personas mayores, menos activas o con roturas parciales suelen elegir el tratamiento conservador no quirúrgico.
Con independencia del tratamiento realizado, la mayoría de las personas recuperan su nivel de actividad normal en un período de cuatro a seis meses. Sin embargo, será necesario continuar con el entrenamiento de fuerza y estabilidad (rehabilitación funcional) posteriormente, dado que algunos síntomas pueden persistir hasta un año, dependiendo de cada caso.
Recomendaciones generales para en caso de rotura del tendón de Aquiles
- Una gran parte de las roturas del tendón de Aquiles se diagnostican por la clínica, son parciales y no van a requerir de tratamiento quirúrgico.
- Es muy importante seguir las recomendaciones de su médico y rehabilitador y no desistir del tratamiento hasta haber conseguido la recuperación funcional para evitar posibles secuelas o nuevas roturas en el futuro.
Lo que debes saber…
- El tendón de Aquiles es fundamental para desarrollar actividades tan importantes como caminar, correr, saltar y cualquier movimiento que implique la flexión plantar del pie. Asimismo, es una estructura esencial para la movilidad y la estabilidad del tobillo.
- En general, las personas más jóvenes, activas y especialmente los deportistas, suelen decantarse por la cirugía para reparar el tendón de Aquiles cuando está totalmente roto. Las personas mayores, menos activas o con roturas parciales, suelen elegir el tratamiento conservador no quirúrgico.
- Es muy importante seguir las recomendaciones de su médico y rehabilitador y no desistir del tratamiento hasta haber conseguido la recuperación funcional para evitar posibles secuelas o roturas nuevas en el futuro.
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