Resumen del contenido
El término de dieta mediterránea se acuñó a partir de un estudio publicado en la década de los sesenta por Ancel Keys donde descubrió que los países bañados por el mar mediterráneo tenían una menor tasa de muerte por enfermedades cardiovasculares que otros países.
La dieta mediterránea es el conjunto de hábitos alimentarios que siguen los habitantes de las regiones mediterráneas caracterizada por:
- elevado consumo de hidratos de carbono complejos en forma de pasta, pan
- elevado consumo de frutas y verduras
- elevado consumo de frutos secos y semillas
- consumo habitual de legumbres
- predominio del consumo de pescado respecto carne
- consumo moderado de proteínas animales (muchas veces forma parte como ingrediente de un plato)
- utilización del aceite de oliva como grasa culinaria principal
- utilización del ajo, cebolla, perejil, hierbas y condimentos en la cocina
- consumo moderado de vino en las comidas
- consumo de agua en las comidas en lugar de refrescos
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Actualmente la OMS recomienda adoptar en lo posible la dieta mediterránea por ser sinónimo de dieta saludable.
Protege las enfermedades cardiovasculares.
La dieta mediterránea es pobre en ácidos grasos saturados (carne, mantequilla, lácteos enteros) y rica en ácidos grasos insaturados (pescado, semillas, frutos secos, aceite de oliva) principalmente ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva)
Estas grasas insaturadas son cardiosaludables ya que previenen la aparición de enfermedades coronarias y de infartos de miocardio.
El aceite de oliva
Es uno de los pilares de la dieta mediterránea y su uso, tanto para cocinar como para aliñar platos, ha demostrado tener muchos beneficios para la salud.
El aceite de oliva también contiene antioxidantes como la vitamina E, los compuestos fénolicos y los carotenoides que reducen la oxidación de las grasas, previenen las enfermedades cardiovasculares y el envejecimiento.
El pescado
Contiene un perfil lipídico cardiosaludable a diferencia de la carne. Este tipo de grasas son poliinsaturadas y se denominan omega 3. Estos ácidos grasos son esenciales, nuestro cuerpo no los fabrica, y se deben aportar a través de los alimentos. El pescado azul (sardina, salmón, atún, caballa, jurel,…) es el más rico en este tipo de grasas y tienen un efecto protector para el corazón.
Previenen las enfermedades cardiovasculares ya que favorecen la circulación, aumentan o mantienen el colesterol HDL o “bueno”, reducen el colesterol LDL o “malo”, protegen las arterias de sufrir lesiones, reducen los triglicéridos y regulan la tensión arterial.
Los frutos secos
Son alimentos con un alto contenido graso, más del 50% de su peso, pero esta grasa está constituida en su mayor parte por ácidos grasos insaturados o cardiosaludables. Estas grasas cardioprotectoras están compuestas principalmente por ácidos grasos omega 6, otro tipo de ácidos grasos esenciales que nuestro organismo no puede fabricar. Los frutos secos además aportan fibra, vitaminas y antioxidantes beneficiosos para la salud
Son cardioprotectores porque disminuyen el colesterol total y el colesterol LDL o “malo”, es un vasodilatador, reduce la tensión arterial, previene el envejecimiento y, además, también tiene una acción antiinflamatoria que mejora los síntomas de enfermedades inflamatorias.
Las frutas y verduras frescas
Numerosos estudios epidemiológicos sugieren que las poblaciones que consumen una dieta rica en antioxidantes naturales tienen una menor incidencia de episodios cardiovasculares.
Los cereales integrales y legumbres
Son alimentos bajos en grasas y ricos en fibras que previenen la incidencia de enfermedades coronarias disminuyendo el colesterol total, el LDL o “malo”, reducen la formación de trombos y ayudan a regular la tensión arterial.
En definitiva, la dieta mediterránea constituye una alimentación equilibrada y saludable ya que está compuesta por una serie de alimentos que contienen propiedades cardioprotectoras.
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