Bebidas alcohólicas y enfermedades cardiovasculares
El origen del papel de las bebidas alcohólicas, en particular el vino, viene a partir de la llamada «paradoja francesa». En Francia hay una relativa baja mortalidad por enfermedades coronarias a pesar de un alto consumo de grasa saturada, principalmente derivada de productos lácteos; y las cifras de colesterol en la población francesa son similares a las observadas en otros países donde la mortalidad cardiovascular es mayor. Esta aparente contradicción quedaba explicada por el consumo regular y moderado de vino.
Es claro el beneficio cardiosaludable de la ingestión regular y moderada de vino u otras bebidas alcohólicas: disminuye la mortalidad total, disminuye la enfermedad coronaria y disminuyen los accidentes cerebrovasculares en bebedores de cantidades moderadas (de 10 a 20 g/día de etanol en mujeres y de 20 a 30 g/día de etanol en hombres), equivalentes al consumo al día de dos vasos de vino de 12º en hombres y de uno de vino de 12º en mujeres. En cambio, los abstemios y los grandes bebedores tendrían una mayor mortalidad tanto por causas cardiovasculares como causas no cardiovasculares como cirrosis o accidentes.
Efectos
Los efectos del alcohol en el cuerpo con una ingesta moderada (a las dosis antes mencionadas) produce un aumento del colesterol de las HDL (colesterol «bueno»), se opone a los procesos de trombosis de la sangre, y reduce la inflamación y los procesos de oxidación en la pared arterial, todos ellos efectos muy beneficiosos desde el punto de vista cardiovascular. En cambio, ingestas de mayores cantidades producen aumento de la tensión arterial y mayor riesgo cardiovascular.
Aunque hay numerosos estudios que muestran beneficios cardiovasculares de diferentes tipos de bebidas alcohólicas, también se ha observado que, a cantidades equivalentes de alcohol, el vino parece tener un mejor efecto protector del desarrollo de enfermedad coronaria que otras bebidas, probablemente por su riqueza en flavonoides, que son componentes no alcohólicos derivados de la piel y semillas de la uva, más abundantes en el vino tinto que en otros alcoholes.
Además, ha sido examinada la relación entre el consumo total de alcohol y la diabetes y en el síndrome de resistencia a la insulina, encontrando una reducción del riesgo de aparición de estas enfermedades en aquellos individuos con un moderado consumo de alcohol.
A pesar de los efectos beneficiosos sobre la salud del alcohol y del aparente riesgo mayor de muerte en abstemios, no es apropiado aconsejar a las personas que no consumen alcohol que lo hagan, como tampoco en jóvenes. Pero no hay ningún motivo para prohibirlo a los adultos con buena salud que ya suelen consumirlo con moderación, con la salvedad de las personas con obesidad o sobrepeso, pues todas las bebidas alcohólicas aportan calorías, y en aquellas personas con antecedentes de pancreatitis y de aumento de triglicéridos en sangre.
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