Resumen del contenido
Se barajan muchos condicionantes, ya que cuando compramos comida, no sólo estamos buscando algo que nos alimente, sino algo que nos genere un cierto placer o bienestar, porque sabemos que nos gusta su sabor, porque nos llaman la atención los colores y otros atributos del envase, o porque pensamos que con ese producto, además de alimentarnos, estamos cuidándonos.
La legislación alimentaria establece que el etiquetado debe ofrecer información al consumidor, y la industria alimentaria busca la fórmula más atractiva para dar dicha información de acuerdo con la legalidad, pero de forma que llame la atención del consumidor y su producto acabe en la cesta de la compra.
En definitiva, cada cual debe velar por sus intereses y como consumidores tenemos la necesidad de estar realmente bien informados para realizar compras adecuadas, pues la publicidad suele fotografiar “el lado bueno” del producto que nos describe y los productos alimentarios no siempre son lo que parecen a simple vista. Como ejemplo, diremos que hay productos que se publicitan como supuestamente alimentos saludables, se destacan en ellos unas determinadas características, pero a menudo esconden una realidad diferente, de la que debemos ser conscientes para escoger bien.
¿En qué debemos fijarnos?
Lo que debemos leer en un producto no son las frases cortas que aparecen en grande y en el frontal del embalaje, pues son alegaciones publicitarias que si bien no deben engañar, muestran siempre “el lado bueno” del producto. Por eso, es muy importante saber descifrar las etiquetas de los alimentos. Si es necesario nos podremos las gafas para leer, pues la información relevante está en los listados de ingredientes (a veces en diminuto).
Debemos tener en cuenta que en dichos listados, los alimentos aparecen ordenados de mayor a menor cantidad. Otra información útil es la que nos dan las tablas de contenido nutricional del producto. Aunque no siempre están, si aparecen conviene comparar, pues es la mejor manera de escoger.
Siguiendo estos consejos y procurando estar bien informados sobre nutrición y alimentos saludables, a través de fuentes fiables, evitaremos caer en confusiones y errores comunes que se pueden producir si nos quedamos sólo con la información “de portada” de un alimento.
Veamos los siguientes ejemplos de alimentos que generan confusión:
Hamburguesas vegetales
Ojo, vegetales, ¿pero de qué? Una hamburguesa vegetal casera hecha a base de legumbres o semillas puede ser una delicia y un alimento muy saludable. Cuando en lugar de hacerla casera, la estamos comprando en un supermercado, debemos leer bien su etiqueta para saber qué es lo que estamos comprando. Que sea vegetal no es en absoluto una garantía de que sea un producto saludable.
En algunas ocasiones, estas hamburguesas pueden publicitarse como hamburguesas de lentejas y contener un 12% de lentejas, ¿y el resto? Puede que sean verduras, cereales, pero también, aceites, gelificantes, azúcar, sal… En definitiva, productos altamente procesados.
Alternativa:
Más vale comprar las legumbres, el tofu o la que en principio es la materia prima principal y consumirla de otra forma más saludable.
Galletas integrales
Que sea integral significa que es “de dieta” ¿verdad? Entendiendo como “de dieta” que es bajo en grasas o en calorías. Pues la respuesta es no, nada más lejos de la realidad: un producto integral es un producto integral, es decir, con más fibra y algunos minerales más que el refinado, nada más ni nada menos. Las galletas con fibra que se venden en la línea de productos dietéticos no tienen por qué ser un producto bajo en azúcares y grasas, es más, en general no lo son.
Las galletas son alimentos grasos y azucarados, y suelen aportar más de 400 kcal por 100 g, así que no son ligeras, y su consumo debe ser ocasional.
Alternativa:
Es preferible que optemos por un buen pan integral o unas tostadas sencillas que por cualquier tipo de galletas, por más saludables que puedan parecer por el envase.
Zumo de frutas y frutas deshidratadas
Ya hace mucho tiempo que hablamos de zumo, y muchas personas son ya conscientes de que tomar un zumo no es lo mismo que tomar una fruta, por más que se pretenda vender esta imagen por parte de algunas marcas. Nos debemos fijar como siempre en el etiquetado, y no hace falta decir que si el zumo lleva azúcares añadidos no podemos recomendarlo, ya que la fruta ya lleva azúcares naturalmente presentes.
Si se trata de un zumo natural es mejor opción pero nunca va a ser equiparable a la fruta fresca, ya que aporta menos fibra, absorbemos más rápidamente el azúcar y por más que esté enriquecido en vitaminas, lleve calcio o lo que sea, sigue siendo mejor tomarse una fruta.
Algo similar pasa con las frutas deshidratadas, que se están poniendo de moda como picoteo, como aderezo de ensaladas o para ofrecer a los niños de merienda. Bien, una fruta liofilizada tampoco es lo mismo que tomarla fresca, y la diferencia todavía es mayor si además resulta que se ha desecado y azucarado, pues entonces estaremos ante una “casi” golosina por el alto contenido de azúcar que contiene.
Alternativa:
Fruta fresca entera o zumos de frutas caseros sin azúcares añadidos.
Postres lácteos desnatados
Existen tantas variedades de yogures, muses, natillas, flanes, cuajadas, cremas, natillas… En general, tenemos claro que las opciones más dulces pueden resultar sabrosas, pero no son una alternativa saludable. ¿Y los desnatados? Existen muchos productos desnatados, con mil variables: de sabores, con frutas, con semillas, con cereales, de chocolate, cremosos. Pero no debemos dejarnos llevar por la tentación por el hecho de ser productos desnatados.
Mientras que un yogur natural entero contiene alrededor de 80 kcal, 4,8 g de grasa (2,9 g saturada) y unos 5 g de azúcares, un yogur desnatado de chocolate puede aportar más de 100 kcal, más o menos 1 g de grasa pero contener también unos 19 g de carbohidratos, de los cuales más de 15 g son azúcares. Menos grasas sí, pero mucho más azúcar y más calorías.
Alternativa:
Lácteos desnatados naturales a los que podemos añadir semillas, fruta fresca troceada… para convertirlos en un postre o tentempié más sano y sin azúcar ni grasas añadidas.
Muesli de frutas o frutos secos
El muesli está diseñado como un producto para adultos y supone un modo de presentación de los cereales que parece estar protegido por un aura de producto saludable. Si además lleva frutas o frutos secos esta sensación aumenta. Pues no confiemos a ciegas, ya que normalmente las mezclas de cereales tipo muesli con frutas, contienen mucho azúcar y a menudo grasas no muy saludables. En este caso, vuelve a tratarse de una cuestión de leer las etiquetas.
Alternativa:
Las formas más habituales de encontrar cereales poco o nada azucarados es escogiendo cereales en copos o hinchados, tal cual, a veces en mezcla, pero generalmente sólo una variedad: trigo, maíz, avena, arroz, etc.
El Seguro de MAPFRE Salud incluye en su cuadro médico especialistas en dietética y alimentación, endocrinos y nutricionistas, por lo que si estás pensando en cuidar tu alimentación, quizá, la mejor opción sea dejarse aconsejar por un experto.
Lo que debes saber…
- Hay productos que en general consideramos saludables, ligeros, etc. cuando en realidad no lo son tanto, a veces incluso menos que otro producto básico de su mismo grupo.
- El calificativo de “integral” no nos ha de confundir y considerar unas galletas como un producto saludable. Conviene fijarse en los ingredientes porque pueden incluir más azúcar y grasas poco saludables.
- La fruta fresca siempre es mejor opción que un zumo, y mucho más si éste lleva azúcar añadido.