En el nacimiento el aparato respiratorio del recién nacido experimenta cambios que permiten al bebé respirar. Al respirar se produce el intercambio de gases en los alvéolos pulmonares, se expulsa el dióxido de carbono y se intercambia por oxígeno.

Para establecer con éxito la respiración normal al nacimiento, no debe haber obstrucciones en el árbol respiratorio y debe haber una buena madurez neurológica que controle la inspiración-espiración y así evitar problemas respiratorios en el bebé.

Durante el embarazo, el feto realiza este intercambio de gases a través de la placenta. Los pulmones del feto están llenos de líquido. A los siete meses de gestación están formados todos los bronquios y alvéolos pulmonares.

Surfactante

Durante el parto, el feto vive una situación de estrés importante y el líquido de sus pulmones se reabsorbe o se expulsa por la boca para que el recién nacido pueda realizar la primera respiración. En un parto normal la presión que sufre el tórax del bebé, al pasar por el canal del parto, le ayuda a eliminar el líquido pulmonar.

Una vez que los alvéolos están llenos de aire por primera vez, una sustancia llamada surfactante pulmonar se encarga de que no se colapsen (que se mantengan siempre abiertos y no se cierren al expulsar el aire en cada respiración).

El surfactante pulmonar está presente en el feto a las 34 semanas de gestación y es de gran ayuda en el momento de la primera respiración ya que disminuye la presión que ha de realizar el bebé para abrir el alvéolo por primera vez.

El tiempo medio para el establecimiento de la respiración regular en el neonato es de unos 30 segundos.

¿Y si es por cesárea?

Después de una cesárea programada donde la madre no ha estado de parto, no ha tenido contracciones y el tórax del recién nacido no ha sido comprimido a lo largo del canal del parto, pueden transcurrir hasta varias horas hasta que todo el líquido de los pulmones se reabsorba.