Las personas mayores también padecen cambios en la anatomía y en la función del aparato respiratorio que tienen grandes implicaciones en el estado de los ancianos.

El aparato respiratorio está compuesto de dos partes principales:

  1. La vía respiratoria: el sistema de “canalizaciones” que lleva el aire hasta y desde los pulmones para realizar el intercambio de gases, es decir, la respiración. Además de esta función, la vía aérea ha de mantener este aire limpio de gérmenes y contaminantes, proceso que se lleva a cabo mediante la mucosa que recubre estas canalizaciones, que produce un moco protector que se “barre” hacia el exterior con los cilios de las células de esta mucosa. Forman la vía respiratoria la nariz, la laringe, la tráquea, los bronquios principales y secundarios y los bronquiolos.
  2. El tejido pulmonar: está compuesto por la suma de miles de unidades funcionales independientes llamadas alveolos; éstos están  formados por capilares separados por una fina membrana por la que se realiza el intercambio de gases: la sangre recoge el oxígeno y libera el dióxido de carbono procedente del metabolismo celular.

Principales cambios en el sistema respiratorio en el adulto mayor

Los cambios debidos al paso del tiempo en el sistema respiratorio son precoces, más aún que los que ocurren en el aparato cardiovascular. Hay una disminución de la elasticidad de los bronquios, así como una disminución de la movilidad del tórax por las alteraciones esqueléticas y musculares; esto hace que el volumen de aire movilizado por respiración sea menor.

También hay un aumento del tejido fibroso entre los alveolos, lo que dificulta el paso del oxigeno a la sangre y del dióxido de carbono al aire espirado.

Asimismo, se producen cambios en el sistema de defensa, con una disminución de los cilios en el árbol bronquial (las “escobas” que intentan expulsar las partículas de suciedad que contiene el aire) y un aumento de la producción de moco, lo que puede llegar a obstruir el paso del aire hacia los alveolos.

Por todo esto se observa que la función respiratoria de las personas mayores, aún sin ser patológica, es diferente de la de los jóvenes. El volumen de aire movilizado es menor y el intercambio de gases es menos eficiente; esto conlleva una menor resistencia y capacidad de adaptación al ejercicio y una menor reserva funcional para recuperar la respiración tras hacer deporte. Por otro lado, las personas mayores son más proclives a padecer infecciones tanto bacterianas como víricas.

Todos estos cambios son independientes de los hábitos de vida que se lleven, pero es evidente que la exposición al tabaco, la polución y otros tóxicos presentes en el aire, así como enfermedades que puedan padecerse, empeoran y aceleran dichos cambios.

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