Dentro del sistema nervioso se diferencia el sistema nervioso central (cerebro, cerebelo y médula espinal) y el sistema nervioso periférico (los nervios).
El cerebro es el órgano principal, donde reside la memoria, el pensamiento racional, el control de los movimientos voluntarios e involuntarios, la interpretación de los datos que recogen los órganos de los sentidos y otras muchas funciones, como la neuroendocrina y el control de las funciones vegetativas (por ejemplo, la temperatura corporal). La función del cerebelo es, a grandes rasgos, el control del equilibrio y de la coordinación de la movilidad.
La médula espinal es el órgano por donde se envían al resto del organismo los impulsos que generan el cerebro y el cerebelo. De ella salen los principales nervios periféricos, que además de trasmitir las órdenes del sistema nervioso central, envían las sensaciones que recogen los órganos de los sentidos y los receptores del tacto, el dolor y la temperatura, que son primero gestionadas en la médula (arcos reflejos).
Consecuencias en el sistema nervioso con los años
El sistema nervioso también acusa el paso del tiempo, pues disminuye el número de neuronas y aumentan las células de soporte y conectivas, que no tienen actividad neuronal.
Asimismo, se da un descenso de la producción de neurotransmisores y de sus receptores (las llaves y cerraduras de la función cerebral y nerviosa) en todo el sistema nervioso central y en las zonas de paso de los impulsos nerviosos desde los órganos de los sentidos hacia los músculos y otros órganos.
Con el tiempo se van acumulando productos de desecho del metabolismo de las neuronas (proteínas que forman placas y ovillos neurofibrilares, lipofuscina y otros), ya que cada vez se eliminan más lentamente, y dificultan la función de las neuronas.
Por todo esto se puede apreciar un enlentecimiento del pensamiento, una disminución de la memoria, de la capacidad cognitiva y de las facultades de aprendizaje que en un anciano sano no deben interferir en la realización de las actividades habituales. En caso de que sí lo hagan se deberá descartar un proceso de demencia.
También existen dificultades en la psicomotricidad por un peor control muscular y posicional, que se agravan por la pérdida de masa muscular, cosa que acarrea problemas en la coordinación de los movimientos.
Asimismo, no es difícil que en personas muy ancianas se presenten incluso dificultades en el control de los mecanismos de regulación autónoma, con lo que se produce un descenso de los reflejos y la aparición de problemas en el control de la tensión arterial y del equilibrio con los cambios posturales.
Todos estos cambios no son los mismos en todos los individuos, ni son uniformes en todos los sistemas de una misma persona. Así, podemos ver ancianos con sus capacidades intelectuales intactas pero con problemas en el control del movimiento, e individuos con dificultades en el aprendizaje de nuevas habilidades con una movilidad perfectamente conservada.