La muerte es un hecho inevitable y universal, a la que se llega bien por enfermedades aisladas que han evolucionado hasta etapas finales, bien por múltiples problemas de salud que en su combinación hacen imposible la vida, bien por haber llegado a un estado de fragilidad extrema con una falta absoluta de reserva funcional. Son estas situaciones las que reciben el nombre de terminales.

Hay varias definiciones de enfermedad o situación terminal, con tiempos, pruebas complementarias u otros datos, pero para simplificar se puede decir que un paciente con una enfermedad terminal es aquél cuya muerte se sabe segura y en un plazo no muy lejano y en quien se ha abandonado el esfuerzo médico terapéutico para concentrarse en el alivio de los síntomas y el apoyo al enfermo y sus familiares. Este cuidado integral es lo que recibe el nombre de cuidados paliativos.

La muerte es un hecho natural e inevitable, que pone fin a la vida. Sin embargo, en un sistema sanitario asistencial construido sobre el modelo de la terapia curativa, a menudo los profesionales de la salud han sido formados y han vivido su práctica profesional, como si el proceso de la muerte no existiera; muchos profesionales de la medicina, no tienen incorporada la actuación en el abordaje del paciente en el final de su vida, cómo comunicar la verdad de la situación irreversible, los tratamientos paliativos y el soporte emocional al paciente y a su familia en esta situación de difícil toma de decisiones. Incluso a menudo desconoce las implicaciones legales y éticas del proceso de la muerte.

La medicina paliativa se conoce fundamentalmente por su papel en el final de la vida de los pacientes oncológicos; sin embargo también se aplica a enfermedades evolucionadas que han llegado al final, como insuficiencias cardiacas, respiratorias, hepáticas o renales, demencia o en pacientes ancianos en situación de extrema fragilidad. En cualquiera de estas situaciones, oncológicas o no, los principios de los cuidados paliativos han de ser los mismos:

  • Afirmar la vida y aceptar la muerte como un proceso natural. No acelerar ni retrasar la muerte.
  • Aliviar el dolor y otros síntomas estresantes.
  • Integrar al cuidado del paciente aspectos psicológicos y espirituales.
  • Mantener la máxima actividad posible hasta que llegue la muerte.
  • Ayudar a la familia durante la enfermedad del paciente y posteriormente tras la muerte en proceso de duelo.

Las personas que se enfrentan a situaciones terminales tienen, en general, unos deseos que deben tenerse en cuenta:

  • Controlar adecuadamente el dolor y los diversos síntomas.
  • No prolongar de manera inapropiada la vida.
  • Conservar el sentido del control.
  • Aliviar la carga del cuidador.
  • Intensificar relación con los seres queridos.

La muerte es un hecho natural e inevitable, que pone fin a la vida. Sin embargo, en un sistema sanitario asistencial construido sobre el modelo de la terapia curativa, a menudo los profesionales de la salud han sido formados y han vivido su práctica profesional, como si el proceso de la muerte no existiera; muchos profesionales de la medicina, no tienen incorporada la actuación en el abordaje del paciente en el final de su vida, cómo comunicar la verdad de la situación irreversible, los tratamientos paliativos y el soporte emocional al paciente y a su familia en esta situación de difícil toma de decisiones. Incluso a menudo desconoce las implicaciones legales y éticas del proceso de la muerte.

Los pacientes oncológicos están inmersos en un proceso relativamente sencillo de predecir, ya que su función vital se “desliza” de forma continua y progresiva hasta el final. Sin embargo, en las personas que padecen enfermedades crónicas evolucionadas este proceso es más complicado, ya que éste no es tan progresivo, dado que existen empeoramientos súbitos que pueden recuperarse o no, lo que supondría entonces el final. Esta evolución es muy difícil de predecir, incluso por los profesionales de la salud.

En las personas mayores las situaciones de final de vida tienen unas características diferentes de las de los pacientes terminales de menor edad, ya que suele haber mayor aceptación ante el hecho de la muerte como algo irremediable. Los síntomas son con frecuencia diferentes (por ejemplo, menor percepción del dolor), siendo más difíciles de reconocer, con presentaciones atípicas y con mayor repercusión funcional.

La coexistencia de varias enfermedades crónicas, algunas severas, trastornos cognitivos y la polimedicación que comportan pueden hacer que los síntomas, el disconfort y la ansiedad puedan ser minusvalorados por personal sanitario.

De interés

La medicina paliativa y la geriatría abogan por una muerte digna, a ser posible en el domicilio y rodeado de los familiares y seres queridos. Pero a pesar de que la mayoría de los pacientes ancianos prefiere morir en casa, esto no ocurre así, por dificultades del entorno familiar y de una correcta cobertura asistencial de 24 horas con una adecuada coordinación entre todos los niveles asistenciales.

Es en los momentos del final de vida cuando es más necesario que ser ofrezca soporte integral, humanidad, empatía y dignidad hacia el paciente y su entorno, tanto por parte de los familiares y cuidadores como del personal sanitario.

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