Guía para el cuidado del cuidador
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El cuidado de un familiar que depende de nuestra ayuda para satisfacer sus necesidades puede ser una experiencia conmovedora y satisfactoria.
Puede hacer que en las numerosas tareas que implica descubramos en nosotros mismos cualidades, aptitudes o talentos que de otra forma habrían pasado desapercibidas. Asimismo, puede estrechar la relación con la persona que cuidamos o con otros familiares y conseguir que descubramos en ellos facetas interesantes que hasta entonces habían permanecido ocultas para nosotros. Una gran parte de los cuidadores, pese a posibles sinsabores, descubre la íntima satisfacción de ser útiles a sus familiares más próximos.
¿Cómo cambia la vida de un cuidador?
La vida de aquellas personas que atienden a una persona mayor dependiente puede verse afectada de muchas maneras. Es frecuente que experimenten cambios en las relaciones familiares, el trabajo y su situación económica, su tiempo libre, su salud o su estado de ánimo. El carácter de estas transformaciones también puede ser positivo, aunque se tienda a considerar sus consecuencias como exclusivamente negativas. Estas suelen ser:
- Cambios en las relaciones familiares (asumir nuevos roles, conflictos…)
- Cambios en el trabajo y en la situación económica (absentismo, aumento de los gastos…)
- Cambios en el tiempo libre (disminución del tiempo dedicado al ocio, la familia, los amigos…)
- Cambios en el estado de salud (fatiga…)
- Cambios en el estado de ánimo (sentimientos de tristeza, de irritabilidad, de preocupación, de culpa…)
Se considera que en las personas que cuidan a un familiar o allegado con dependencia puede desarrollarse a causa de la sobrecarga el llamado síndrome del cuidador, provocado por la dificultad que comporta para el cuidador el cambio radical de su modo de vida y el desgaste que provoca ver cómo un ser querido va perdiendo progresivamente sus facultades físicas y mentales conforme avanza el curso de la enfermedad.
Cuidar a alguien acarrea una gran carga física y psíquica; se adquieren responsabilidades con respecto a la vida del enfermo: medicación, higiene, cuidados, alimentación, etc. El cuidador va perdiendo paulatinamente su independencia, porque el enfermo cada vez es más dependiente. Se desatiende a sí mismo: no dedica el tiempo libre necesario para su ocio, abandona sus aficiones, no sale con sus amistades, etc.
Consecuencias físicas y otros problemas
- A nivel físico: cansancio crónico, cefaleas, dolores articulares, problemas digestivos.
- A nivel psíquico: depresión, trastornos del sueño, ansiedad, irritabilidad.
- A nivel social: pérdida del tiempo libre, soledad, aislamiento.
Se puede sospechar que existe ya sobrecarga en el cuidador de una persona dependiente cuando aparezcan las siguientes situaciones:
- Problemas de sueño (despertar de madrugada, dificultad para conciliar el sueño, demasiado sueño…).
- Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.
- Aislamiento.
- Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco, así como abuso de pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas, etc.
- Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
- Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.
- Aumento o disminución del apetito.
- Enfadarse fácilmente.
- Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- Cambios frecuentes de humor o del estado de ánimo.
- Propensión a sufrir accidentes.
- Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.
- Tratar a otras personas de la familia de forma menos considerada que habitualmente.
Para tratar esta sobrecarga y sobre todo para prevenirla es importante que el cuidador tenga en cuenta los siguientes consejos:
- En primer lugar, hacer una reflexión y darse cuenta de que se tiene derecho a llevar una vida propia.
- Es importante delegar algunas de las responsabilidades en los miembros que componen el entorno social (familiares, amigos, vecinos, etc.).
- Conviene informarse sobre las ayudas sociales públicas a las que se puede tener acceso.
- Resulta fundamental comunicar al resto de la familia los sentimientos y los temores para hacerles partícipes del problema, y evitar sentirse culpable cuando se dedica tiempo a sí mismo.
- No aislarse. Se debe mantener contacto con amigos o vecinos y participar en reuniones sociales.
- Contactar con personas que estén en la misma condición. El cuidador necesita tener amigos y también nuevos amigos que pueden estar viviendo una situación similar.
- Mantener actividades que siempre le hayan divertido: leer, coser, maquetismo, pasear, etc.
- Hacer ejercicio con regularidad.
- Procurar buscar personas, cosas, situaciones y actividades que le satisfagan.
- Dejar un tiempo semanal para uno mismo, desconectar periódicamente de las obligaciones.
- Buscar a un familiar o vecino que cuide del enfermo unas horas a la semana para que pueda salir y relajarse.
- Hacer todo lo que se pueda para conservar la propia salud. Se deberá acudir al médico periódicamente. Si el cuidador se enferma la situación puede empeorar.
- Descansar cada día lo suficiente. Aprovechar los periodos en que el enfermo descanse y, si es posible, organizar turnos por la noche.
- Aprender a decir “NO” ante peticiones no razonables y “ESPERA” ante solicitudes no urgentes si se está ocupado con otra actividad. Conviene fomentar la autonomía.
- Informarse sobre la enfermedad y la dependencia del familiar. Esto permite saber qué se puede esperar con el tiempo y organizar los cuidados a largo plazo, planificar el futuro.
- Crear alternativas y “planes B” por si no se puede dar los cuidados por cualquier circunstancia imprevista.
- Buscar información sobre las técnicas necesarias para un mejor cuidado: higiene, movilización, alimentación, etc. Conviene consultar al equipo médico sin miedo, pues son profesionales que pueden informar y asesorar.
- Transmitir armonía e intentar sonreír para relajar el ambiente. El enfermo vivirá mejor con alegría a su alrededor.
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