¿Por qué ocurre?
Esto hace que, junto a que los ancianos suelen sobrevalorar o infravalorar la duración y calidad de su sueño, sea a veces difícil detectarlos y por tanto establecer su tratamiento. En otras ocasiones los cuidadores creen que la persona mayor debe acostarse temprano y despertarse tarde, con unas expectativas desproporcionadas respecto el sueño de los mayores. Por todo esto en las personas mayores debe confirmarse que realmente exista insomnio y con la colaboración del paciente, sus familiares y cuidadores (en especial si conviven con el anciano) y su pareja se debe averiguar lo siguiente:
- Comprobar el número de horas que se duerme a lo largo de todo el día y sumarlas. Valorar si la demanda procede del paciente, la familia o los cuidadores; si lo que se pretende es que duerma un número excesivo de horas.
- Averiguar a qué hora se acuesta, pues si es temprano es lógico que se despierte a las 4 ó 5 de la mañana. Que una persona anciana duerma una media de seis horas al día es suficiente, con todas las diferencias individuales posibles. En ocasiones puede creer que no duerme, así como también la familia y los cuidadores, porque se acuesta temprano y duerme durante el día. En las instituciones a veces se pretende que duerman demasiado.
- Se debe identificar si existen enfermedades físicas o psíquicas que provoquen o favorezcan el cuadro. Investigar todas las medicaciones que consuma el paciente, incluso productos de parafarmacia, herbales o naturales, que pueden estar repercutiendo en el sueño. Conviene comprobar si padece de un trastorno prostático, existen cuadros dolorosos o toma diuréticos, sufre de insuficiencia cardiorrespiratoria, toma broncodilatadores, etc.
- Se ha de interrogar a la pareja si observa ronquidos, pesadillas, bruxismo (rechinar de dientes), tirones en las piernas o movimientos bruscos en la cama.
- Preguntar al paciente si tiene dificultades para conciliar el sueño, si padece despertares tempranos por la mañana o si los despertares son múltiples a lo largo de la noche. Se debe interrogar cómo se siente por la mañana y a lo largo del día y si precisa de siestas. Asimismo, se ha de averiguar si se automedica y las rutinas que sigue al acostarse y levantarse. Es útil la realización de un «diario del sueño» donde se reflejen estos aspectos durante las 24 horas del día en un periodo de 2 a 3 semanas.
- Los estudios polisomnográficos en el anciano se recomiendan en situaciones especiales, como en caso de duda, durante el estudio de las apneas del sueño o del síndrome de piernas inquietas.
Conclusiones
El diagnóstico del insomnio no se basa exclusivamente en la cantidad de horas dormidas, sino en la existencia de signos derivados de la deprivación de sueño durante el día. Así, si el paciente se siente cansado, se duerme con facilidad, tiene falta de concentración o aparecen alteraciones psicológicas o enfermedades físicas relacionadas, se podrá pensar que realmente el paciente padece un trastorno del sueño.
Al contrario, aunque el paciente refiera alteraciones subjetivas del sueño, si durante el día se muestra activo, colaborador y sin la necesidad de dormir, se considerará que el paciente ha tenido un «sueño reparador», suficiente para el mantenimiento de la homeostasis de sus funciones orgánicas y psicológicas, prescindiendo de las quejas subjetivas de «pocas horas dormidas».
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