¿Por qué ocurre?

Se trata de un trastorno frecuente en personas mayores; se estima que cerca del 15% de la población mayor de 65 años de la comunidad y más del 50% de las personas institucionalizadas lo presentan (de hecho, es el segundo motivo de institucionalización). Es más frecuente en mujeres que en varones y, en contra de lo que se suele suponer, no es exclusivo de personas deterioradas o muy incapacitadas, sino que aparece también en personas con buena función mental e independientes.

Aunque en sí no es un problema grave de salud, sí es cierto que su presencia conlleva serios problemas de manejo, limita la autonomía, deteriora la imagen personal, altera la vida social de las personas que la padecen y deteriora sensiblemente la calidad de vida. Además, contribuye al desarrollo de ulceras por presión, infecciones de orina y depresión. Por su frecuencia y repercusión la incontinencia urinaria es uno de los principales síndromes geriátricos y debe ser buscado activamente y estudiado en la valoración geriátrica integral.

Es indudable que el envejecimiento condiciona una serie de cambios tanto a nivel del sistema nervioso (central, autónomo, simpático y parasimpático) y en su inervación como también a nivel del tracto urinario inferior (vejiga, uretra) y del aparato genital (próstata, vagina), los cuales podrán interferir con la normal realización del acto miccional, teniendo su origen a distintos niveles: tracto urinario inferior, sistema nervioso responsable del control y la coordinación de la micción, mecanismo de producción de la orina, percepción del deseo miccional o habilidad física para acceder al baño y realizar las actividades básicas de la vida diaria.

En contra de lo que se puede pensar, la incontinencia urinaria no es normal con el envejecimiento, sino que es un problema causado por algún tipo de trastorno médico o funcional. Su valoración y tratamiento son muy sencillos y eficaces, con porcentajes de curación o mejoría hasta el 75% de los casos. Cuando no es posible la curación puede tratarse de forma que aumente el bienestar del paciente, facilite la labor de los cuidadores y minimice los costes y las complicaciones. Uno de los factores que en gran medida determina el pronóstico de la incontinencia urinaria es la motivación y actitud de los profesionales. La aproximación adecuada es el promover la continencia y tratar la incontinencia en función de sus causas y no sólo evitar el mojado de ropa y cama con el uso de absorbentes.

Conclusiones

Se sabe que por cada caso reconocido en atención primaria hay 20 casos que no lo están. Otros estudios muestran que casi dos tercios de los pacientes sufren incontinencia durante más de 2 años antes de consultar por primera vez a un especialista y que sólo se investiga un tercio de las incontinencias. Son varias las razones que pueden explicar esto:

  • Con demasiada frecuencia la incontinencia urinaria se considera, tanto por parte de los profesionales como de los propios pacientes o familiares, una consecuencia normal e inevitable del envejecimiento o algo propio de la mujer.
  • Existe una creencia muy difundida de que se trata más de un fastidio que de un problema real de salud.
  • Los pacientes pueden tener poca confianza en que el problema sea resuelto por el equipo sanitario, sentir temor ante molestos estudios diagnósticos o avergonzarse de reconocer el problema.
  • Existe un gran desconocimiento sobre el diagnóstico y el tratamiento por parte de los profesionales sanitarios, lo cual genera cierto rechazo de éstos. El personal de enfermería refiere tener poco tiempo para preservar la continencia y manifiestan enormes dificultades para supervisar fichas de incontinencia. A menudo existen problemas para que en los centros haya personal suficiente para el establecimiento de protocolos de incontinencia.
  • Los cuidados y técnicas que se saben eficaces se aplican con escasa frecuencia y se explican poco a los cuidadores para su cumplimentación.

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De interés

En la incontinencia, tras una valoración completa y ajustada, es posible disminuirla y hasta corregirla mediante la aplicación de técnicas sencillas, el uso de fármacos o bien cirugía en casos extremos. En caso de que esta terapéutica no sea útil, se deben poner en práctica medidas para fomentar el confort y la autonomía de los pacientes incontinentes.