Las neoplasias malignas constituyen un grupo de enfermedades de gran importancia en la población anciana. Con la edad aumenta la incidencia de la mayoría de tumores. En España, el 65% de las personas que fallecen por cáncer son pacientes de más de 70 años. Por encima de esa edad la incidencia ha aumentado en un 17%, mientras que en los pacientes menores de 65 años ha disminuido en un 23%.

La edad es un claro factor de riesgo para padecer cáncer, como lo confirman los estudios epidemiológicos. Se ha postulado que la edad podría modificar el comportamiento biológico del cáncer, basándose en experiencias in vitro. Esto no se ha constatado en la práctica clínica y no está demostrado que las neoplasias que se desarrollan en el anciano sean menos agresivas que las que padecen pacientes más jóvenes. A continuación se describen algunos de los factores que favorecen el desarrollo de tumores en la vejez.

Carcinogénesis

A lo largo de la vida se está en permanente contacto con factores endógenos y exógenos que favorecen el desarrollo del cáncer. Es posible que estos agentes se vayan acumulando con los años hasta alcanzar un efecto suficiente como para inducir el desarrollo de un cáncer. La incidencia de muchas neoplasias como el cáncer de mama, el cáncer de próstata o el cáncer de piel no melanoma se incrementan de manera exponencial con la edad. Se ha observado que los cambio moleculares en el ADN que se producen en las etapas tempranas de la carcinogénesis son los mismos cambios moleculares que se han visto asociados al envejecimiento, por lo que los tejidos «envejecidos» serían más susceptibles a los efectos de las últimas etapas de la carcinogénesis y por tanto al desarrollo del tumor.

Metabolismo

En la vejez se producen cambios fisiológicos como una disminución de la función renal y, en menor grado, hepática, que implica una menor metabolización y excreción de los productos carcinógenos. La atrofia de las mucosas digestivas, la disminución de secreciones gástricas y la tendencia a la disminución de los movimientos intestinales las hacen más vulnerables a ciertos agentes carcinógenos presentes en la alimentación. Existen muchas veces carencias dietéticas que pueden favorecer la aparición de neoplasias.

Sistema inmunitario

La función del sistema inmunitario disminuye con la edad. A mayor edad, menor es el número de linfocitos T y, además, mayor es la susceptibilidad a las infecciones. Estas modificaciones se han relacionado con el desarrollo del cáncer.

Radicales libres

El envejecimiento se debe principalmente a la lesión de las células producida de forma continua por los radicales libres (partículas oxidantes) procedentes de diferentes reacciones en las que el oxígeno es la fuente principal. Estas lesiones pueden provocar roturas cromosómicas y mutaciones que faciliten el desarrollo del cáncer.

A menudo existen problemas cuando se plantea un diagnóstico histológico y de extensión en un paciente anciano con cáncer. Por desgracia, no sólo la población anciana, sino también gran parte de sus familiares, e incluso del personal sanitario que les atiende, conservan la visión del cáncer como una enfermedad intratable e irremediablemente fatal. Esto hace que el anciano o sus familiares, en virtud de un prejuicio de edad, planteen rechazo a la realización de biopsias diagnósticas y a otras exploraciones encaminadas a la estadificación de la enfermedad. La actitud terapéutica frente a un anciano con cáncer variará en función del tipo de neoplasia, como es evidente, y en función del estado funcional y de la comorbilidad. La existencia de fragilidad contraindica la realización de tratamientos activos en la mayoría de los casos y en estas situaciones se debería primar el tratamiento paliativo. La edad por sí misma no debería de ser una contraindicación a la hora de proponer cualquier tratamiento oncológico.

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