Pérdida de equilibrio en personas mayores
Resumen del contenido
Las caídas de los mayores, en cifras
Por su frecuencia, consecuencias y complicaciones, constituyen por sí solas un síndrome geriátrico de gran importancia. Aproximadamente el 30% de los individuos mayores de 65 años caen cada año; de ellos el 5% presenta lesiones mayores como fracturas, el 2% precisa hospitalización y de estos solo el 50% sobrevive al año de la caída. Estas cifras hacen referencia a los ancianos que viven en la comunidad. En cuanto a los ancianos que viven institucionalizados las cifras son más importantes: un 50% de estos se cae cada año, con un resultado de 10 a 25 % de fracturas o heridas importantes como consecuencia. Así pues, la idea popular de grave deterioro y más que posible muerte de un anciano tras una caída grave es bastante acertada.
Casi el 10 % de las caídas están relacionadas con la aparición de enfermedades agudas (neumonía, accidente vasculocerebral, deshidratación, fiebre…), como forma de presentación atípica. Por esto los profesionales de la salud deben buscar activamente nuevas patologías ante la caída sin causa aparente de una persona mayor.
Prevención de caídas
Andar es una función primaria que:
- contribuye a la independencia en las actividades de la vida diaria.
- aumenta el bienestar emocional.
- incrementa el ritmo cardiorrespiratorio.
- incrementa la fuerza muscular.
- contribuye al mantenimiento del peso corporal.
- mejora la salud en general.
Por todo esto caminar o la marcha, además de un ejercicio excelente, constituye un pilar importante en la salud de la gente mayor.
Consecuencias (más allá de las físicas) de las caídas en personas mayores
Los trastornos y alteraciones de la marcha son causa frecuente de discapacidad en ancianos, con un aumento importante del riesgo de caídas (con graves consecuencias en muchos casos), limitan la realización de las actividades de la vida diaria, llevan al aislamiento del individuo y empeoran, en general, la calidad de vida. Casi el 15% de las personas mayores de 65 años presentan alguna alteración en la capacidad para caminar y no siempre está relacionado con el proceso normal del envejecimiento. Caminar a unas marchas normales precisan de una serie de factores imprescindibles para su correcta realización, que son:
- Equilibrio.
- Capacidad para alcanzar y mantener la postura erecta.
- Habilidad para iniciar y mantener el ritmo de los pasos.
El caminar típico de las personas mayores
Estos requisitos se logran mediante un sistema musculoesquelético y nervioso en correcto funcionamiento. Es sencillo reconocer el caminar típico de los ancianos, caracterizado por:
- Pasos pequeños y cortos (desde la cadera).
- Levantamiento mínimo de los talones.
- Aumento del tiempo sobre los 2 pies.
- Disminución del balanceo de los brazos y de las rotaciones corporales.
- Menor flexión de los hombros.
- Disminución de la velocidad de desplazamiento.
- Giros en bloque (por disminución de la fuerza en los músculos de la cintura pélvica y pérdida de elasticidad en músculos, tendones y articulaciones).
- Cuerpo flexionado adelante, desplazando el centro gravedad en sentido anterior, lo que comporta dificultades para mantener la bipedestación y facilita las caídas hacia adelante.
Estos cambios, producidos por alteraciones musculares, tendinosas y articulares, se pueden asociar a problemas neurológicos (hemiparesias por accidentes vasculocerebrales, enfermedad de Parkinson, neuropatías periféricas, etc.), a patología visual o del equilibrio, a trastornos cardiorrespiratorios que causan ahogo o todo a la vez. Es difícil diferenciar qué es marcha normal del anciano y qué está causado por patología, por lo que es más útil el considerar los trastornos de la marcha y el caminar como una entidad por sí misma, con riesgo para graves complicaciones a través del síndrome geriátrico de las caídas en las personas mayores.
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