Resumen del contenido
Qué debe incluir una completa valoración clínica
La valoración clínica incluirá las patologías que actualmente incidan en el estado de salud del anciano, con especial interés en síntomas nuevos que puedan aparecer y sobre todo en las limitaciones funcionales que ocasionen. Asimismo, se tendrá que investigar sobre fármacos, tratamientos de herboristería, de medicina alternativa (por ejemplo, homeopatía) y suplementos nutricionales que se esté tomando en este momento, tanto prescritos por profesionales como automedicación, teniendo en cuenta el cumplimiento terapéutico y los problemas y resistencias generados por estos tratamientos.
Es importante interrogar también sobre problemas como caídas, incontinencia, inmovilidad, episodios de delirio o confusión, etc.
Exploración física
Tras esto el profesional ha de seguir con una exploración física completa, valorando los aparatos respiratorio, cardiovascular, digestivo, neurológico, muscular y esquelético (con especial atención a las articulaciones), la vista y el oído, el estado nutricional y la piel.
Problemas activos y problemas pasivos
Al finalizar esta valoración clínica se ha de ser capaz de crear un listado de problemas de salud activos o que precisan supervisión y otro de problemas pasivos, los que ya están solucionados y que no hayan dejado secuelas. También se tendrá un registro de los fármacos y tratamientos actuales; asimismo se tendrá que saber qué tratamientos han sido mal tolerados y a los que se ha presentado alergias, a fin de no repetir el daño con la acción (iatrogenia).
Analíticas y otras exploraciones complementarias
En caso de ser necesario, ya sea para tener una imagen más precisa del estado del paciente anciano, ya sea para confirmar las hipótesis generadas a partir de la anamnesis y la exploración física, se pueden solicitar las exploraciones complementarias que se crean necesarias (analíticas, radiología simple o contrastada, ecografías, endoscopias, etc.), siempre y cuando los riesgos de complicaciones y iatrogenia sean aceptables e inferiores a los beneficios a obtener. Es necesario obtener un consenso de actuación con el paciente o su entorno familiar más directo en caso de incapacidad de éste.
Dificultades para la evaluación
Esto, que aquí escrito parece tan sencillo de realizar, en la realidad suele ser complicado. La memoria de los pacientes y sus familias, aún sin deterioro cognitivo, puede ser limitada y mediatizada por múltiples acontecimientos o creencias (dar más importancia a un síntoma banal que a otro más importante, se pueden olvidar tratamientos y patologías, etcétera). Por defectos en los órganos de los sentidos se malinterpretan preguntas y respuestas y el interrogatorio puede ser lento y farragoso. Por todo esto es importante realizar el interrogatorio con las ayudas técnicas necesarios (gafas, audífonos), hablar con buena vocalización, delante del paciente y enfatizando el lenguaje no verbal.
La forma de presentación de las enfermedades en la personas mayores no suele ser la típica, la que se describe en los libros y la que se está acostumbrado a ver en personas más jóvenes. A veces los síntomas se pueden atribuir al propio envejecimiento y a la inversa, por lo que se ha de tener en cuenta la multicausalidad y la interrelación de síntomas y patologías en este tipo de pacientes.
Así pues, es aconsejable acudir a la documentación clínica previa: informes de ingresos, resultados de pruebas complementarias, listados de medicación crónica, etc. Es recomendable guardar siempre, desde jóvenes, la documentación clínica original, intentando que estén en orden cronológico (para lo cual es cómodo usar una carpeta para cada miembro de la familia). Y si esto no es suficiente, es aconsejable ponerse en contacto con los anteriores médicos tratantes del paciente, tanto especialistas como generalistas.
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