Se puede decir que la funcionalidad es la capacidad de realizar movimientos musculares finos o groseros que llevan a cabo acciones que permiten vivir de forma independiente. Son importantes predictores de dependencia, de forma que su déficit lleva implícito la necesidad de terceras personas para el mantenimiento de un correcto estado de salud y bienestar. La capacidad funcional sería el nivel con que un individuo realiza las tareas y actividades de la vida diaria.

Componentes valorables

Las actividades básicas son aquellas primordiales para el autocuidado y la autonomía del individuo; los componentes valorables de estas acciones son:

  • La alimentación: poder comer por sí mismo o no (no valora la compra o la cocina).
  • El baño o ducha: el lavado del cuerpo y su higiene.
  • Aseo: comprende el peinado, afeitado en los varones, maquillaje en mujeres (si fuera el caso), lavado de cara y manos.
  • Vestido: colocarse cualquier prenda de ropa con o sin ayuda.
  • Deambulación: Si se es capaz de trasladarse con o sin ayuda de instrumentos técnicos y sobre todo si se precisa el soporte de terceras personas.
  • Desplazamientos: desde la cama al sillón o silla habitual y al revés; es lo que se conoce como transferencias.
  • Control de esfínteres: tanto urinarios como fecales.
  • Desplazamientos de y hasta el cuarto de baño: incluye aflojarse la ropa y volver a colocársela bien, y prevenir su manchado.

Escalas de valoración

La valoración de estas actividades básicas se realiza desde la geriatría mediante diferentes escalas (Barthel, Katz, FIM, etc.) que, al estar estandarizadas, permiten a los profesionales realizar comparaciones entre pacientes y, lo más importante, observar cambios en un mismo individuo a lo largo del tiempo, comprobando deterioro o mejoría tras un tratamiento rehabilitador. Asimismo, ayudan a saber cuánta ayuda y de qué tipo precisará un anciano en concreto, orientando y aprovechando de la mejor manera los recursos sanitarios y sociales.

Actividades instrumentales

Las actividades instrumentales son las que permiten a los individuos vivir independientes en sociedad, miden la adaptación al entorno. Están mediatizadas por matices sociales, culturales, con sesgos de oportunidad y motivación; por ejemplo, en la generación de los nacidos en los años 20 del siglo XX, no es marcador de dependencia el que un varón no sepa cocinar ni limpiar la casa, ya que son actividades que nunca han llevado a cabo, o el que una monja que viva en comunidad religiosa no lleve la economía mayor de la casa, ya que ha hecho voto de pobreza y es probable que esta actividad la lleva a cabo la madre superiora de su comunidad.

Se consideran actividades instrumentales:

  • Obtener y preparar los alimentos de las comidas habituales.
  • Lavar y cuidar la ropa.
  • Realizar la limpieza de la casa.
  • Telefonear.
  • Llevar la pequeña economía del día a día y los grandes asuntos económicos.
  • Responsabilizarse de la medicación.
  • Trasladarse fuera del domicilio (uso de transporte público, viajar en coche, etc.).

Acciones

Estas acciones son:

  • Actividades de ocio y tiempo libre (hobbies, espectáculos).
  • Actividades religiosas.
  • Actividades de socialización (reuniones de amigos, práctica de juegos de mesa).
  • Ejercicio físico y deporte (solo o en grupo).
  • Cuidado de otros (por ejemplo, los nietos).
  • Trabajos y encargos.
  • Transporte y viajes de larga distancia.

La utilidad de la valoración funcional, en todos sus ejes, radica en la identificación de áreas de deficiencia, ayuda a establecer pautas de rehabilitación individualizadas, valora la evolución individual a lo largo del tiempo, destaca la eficacia de las diferentes intervenciones, establece pronósticos e identifica poblaciones de riesgo de dependencia, indicando las necesidades y los tipos de atención más adecuados.

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