Síntomas afectivos de la depresión

Entre los primeros se encuentran síntomas afectivos consistentes en una alteración del humor entendido como alteración del estado de ánimo: es el ánimo depresivo o tristeza vital. Otros síntomas de esta esfera afectan a la pérdida de interés por las cosas así como a la capacidad para disfrutar. Estos constituyen el núcleo central de la depresión y se acompañan de una disminución de la vitalidad, con alteración de la actividad laboral y social del individuo. Además pueden existir otros síntomas como ideas de culpa, autorreproches, pesimismo, desesperanza, dificultad para concentrarse, ideas de suicidio, etc.

Síntomas corporales o somáticos de la depresión

Los síntomas corporales o somáticos de la depresión pueden ser muy variados, entre ellos se encuentran las alteraciones del sueño, con insomnio y menos veces somnolencia extrema, la pérdida de peso con falta de apetito, el cansancio o la falta de energía. Pueden existir otras muchas quejas somáticas: gastrointestinales (náuseas, sensación de plenitud gástrica o gases), vértigo, dolor errático, cefalea, sensación de ahogo, etcétera, que en ocasiones son predominantes en la depresión del anciano.

La depresión en las personas mayores

La depresión en el anciano tiene una serie de rasgos que la diferencian de la depresión en otras edades:

  • Menor presencia de síntomas psíquicos como la tristeza y mayor presencia de síntomas corporales, con frecuencia poco identificables como síndrome depresivo.
  • La tristeza y el bajo estado de ánimo pueden manifestarse en el anciano como apatía y retracción y pueden ser predominantes quejas somáticas diversas que obligan a realizar pruebas en busca de otras enfermedades que por otra parte son muy frecuentes en estas edades. A veces estos síntomas corporales constituyen verdaderos cuadros hipocondríacos con temores y preocupaciones excesivas.
  • El trastorno adaptativo es la forma más común de alteración del estado de ánimo en las personas ancianas. Se produce una reacción emocional desproporcionada a los sucesos estresantes que el paciente haya podido sufrir (pérdida de seres queridos, enfermedades, ingresos hospitalarios, institucionalización, etc.), produciendo síntomas afectivos o incluso conductuales; generalmente este cuadro se resuelve en menos de seis meses.
  • Algunos síntomas propios de la depresión pueden ser muy llamativos en el anciano como la pérdida de peso por falta de apetito, el insomnio o la aparición de ideas delirantes y en los cuadros graves verdaderos cuadros psicóticos.
  • Los ancianos con mucha frecuencia padecen enfermedades en las que la depresión puede ser un síntoma más de dicha enfermedad. En este caso la depresión en sí no es la enfermedad principal sino un síntoma acompañante. Son las llamadas depresiones somatógenas que complican procesos como la enfermedad de Parkinson, los accidentes cerebrovasculares (AVC), las enfermedades del tiroides como el híper o el hipotiroidismo, otros trastornos del metabolismo o algunos tipos de cáncer (especialmente el de páncreas).
  • Los ancianos consumen en ocasiones múltiples fármacos para tratar sus enfermedades, pero que pueden inducir la aparición de depresión días o semanas después de su uso. Entre estos están medicamentos como corticoides, antiparkinsonianos, algunos antihipertensivos, etc.
  • En la depresión grave del anciano es más frecuente el suicidio que en los jóvenes, tanto en grado de tentativa como el consumado.
  • En ocasiones la depresión se presenta como deterioro cognitivo, es decir como un menor rendimiento intelectual con quejas subjetivas de pérdida de memoria, que obliga a los clínicos a diferenciar estas depresiones de una verdadera demencia.

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