El mejor tratamiento ante los espasmos del sollozo es mantener la calma a pesar de lo impactante de la situación.

¿Qué son exactamente?

Se trata de episodios en los cuales el niño, al arrancar a llorar como consecuencia de un desencadenante brusco (regañina, golpe, susto, rabieta, etc.), deja bruscamente de respirar y, en ocasiones, pierde el conocimiento. Son episodios de corta duración, apenas unos segundos, y se resuelven solos.

¿Por qué se producen?

No se sabe exactamente. Ocurren en un 5% de la población infantil, en niños pequeños entre los 6 meses y 5 años. Sí se sabe que son más propensos en los hijos de padres que han tenido espasmos del sollozo de pequeños.

Los desencadenantes suelen ser situaciones que comportan una emoción muy intensa y negativa en el niño:

  • Inicio de llanto intenso (al coger aire).

  • Enfado importante – rabieta.

  • Susto.

  • Dolor intenso (por ejemplo: tras darse un golpe).

¿Cuáles son los síntomas?

En el momento de arrancar a llorar tras un desencadenante intenso, el niño se queda “bloqueado”, sin poder llorar ni respirar, poniéndose poco a poco morado y rígido (espasmo del sollozo cianótico). Si el episodio se prolonga 10-15 segundos, puede presentar pequeñas sacudidas (parecidas a las convulsiones, sin ser realmente una crisis).

Posteriormente, arranca a llorar y respirar, o puede perder el conocimiento unos segundos y entonces vuelve al respirar (al perder el conocimiento, su musculatura se relaja y vuelve a respirar, lo que permite recuperar el conocimiento enseguida). Éste es el cuadro clínico más frecuente.

Menos frecuentemente, el niño no se pone morado sino pálido (espasmo del sollozo pálido). Suele ocurrir tras un susto o sobresalto. También pueden perder el conocimiento.

Las primeras veces que unos padres o cuidadores viven esta situación, es comprensible que se asusten y alarmen. Sin embargo, son episodios que se autolimitan en pocos segundos, sin necesidad de hacer nada especial.

¿Qué se puede hacer para evitarlos o para que finalicen pronto?

Solo hay que mantener la calma, estar con el niño y transmitirle tranquilidad. Los espasmos del sollozo terminan tan pronto como empiezan, en pocos segundos (aunque al cuidador se le haga eterno) y sin ninguna repercusión en el niño.

Lo que no hay que hacer

No hay que gritar, no hay que zarandear, no hay que golpear, no hay que mojar al niño con agua fría, no hay que hacer el “boca a boca” ni iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar. Todas estas acciones no sólo no revertirán el espasmo del sollozo, sino que pueden asustar más al niño e incluso dañarlo.

No hay nada que se pueda hacer para prevenirlos. Hay que evitar entrar en pánico y “hacer lo que sea” para que el niño no llore y evitar un espasmo del sollozo. Los niños necesitan unas normas y unos límites claros para sentirse seguros. No se pueden eliminar estos límites por temor a que sufra el espasmo, ya que se correría el riesgo de convertirlo en un niño tirano e inseguro.

¿Cuándo hay que consultar al pediatra?

  • Si el niño tiene un primer episodio y no está seguro de que se trate de un espasmo del sollozo.

  • Si está muy preocupado por los episodios.

  • Si los episodios son muy repetitivos.

  • Si duran muchos segundos o posteriormente está muy adormilado/cansado o si ha tenido movimientos violentos de brazos y piernas.

¿Qué consecuencias tienen los espasmos del sollozo?

Rotundamente ninguna. Los niños se recuperan íntegramente en cada episodio sin secuelas. No existe asociación con ninguna enfermedad. No tienen más riesgo a desarrollar epilepsia.

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Lo que debes saber…

  • Son episodios de pocos segundos (10-30 segundos) en que el niño, al arrancar a llorar tras un desencadenante intenso, deja de respirar, se pone morado, puede tener pequeñas sacudidas y perder el conocimiento (no siempre).

  • El niño se recupera espontáneamente sin tener que hacer nada. Por tanto, el mejor “tratamiento” es mantener la calma y transmitir al niño tranquilidad.

  • Se trata de episodios benignos que no dejan secuelas en el niño, y que suelen ocurrir en niños pequeños (de 6 meses a 5 años).