La vida familiar
La comunicación entre padres e hijos pasa por diferentes fases durante toda la vida del niño y adolescente:
- 0-1 años: la comunicación intrafamiliar debe ir dirigida a desarrollar la confianza en los otros a través del vínculo y el afecto
- 1-3 años: la comunicación familiar debe estimular la autonomía y la voluntad
- 3-6 años: se debe fomentar en el niño la iniciativa y la responsabilidad
- 6-12: la comunicación familiar debe facilitar el conocimiento de los sentimientos y la autoestima
- 13-19: se debe apoyar el desarrollo de la identidad del adolescente, aceptar sus diferencias, gustos, opiniones y decisiones
Por lo tanto, la comunicación entre padres y adolescentes no es cosa de un día es el fruto de un trabajo que se ha realizado durante toda la infancia.
La inteligencia emocional nace de una comunicación familiar fluida. Los padres deben ser firmes y aconsejar con tacto o «mano izquierda» al adolescente, ya que las conductas autoritarias y dictatoriales suelen causar el distanciamiento de los hijos. Bien es cierto que los límites deben ser claros porque los adolescentes también los necesitan para saberse queridos por sus padres. Hay que encontrar el equilibrio entre lo negociable y lo que no lo es dentro de la dinámica familiar.
Los amigos
La amistad es un tema que le interesa mucho al adolescente, de hecho el cambio socioafectivo más importante
Para un adolescente la amistad es el soporte fundamental para sus ideas y sus actos, supone el pilar de su vida y lo antepone a la familia. En los primeros años suelen establecer relaciones de amistad con individuos de su propio sexo. Más tarde se juntan en pandillas de chicos y chicas. La formación de pandillas es un fenómeno natural y bueno para su desarrollo. Se siente identificado y vinculado con un grupo, la pandilla asume la función socializadora que había desempeñado la familia. Es el escenario ideal para cultivar las relaciones interpersonales y desarrollar la autonomía (tomar decisiones fuera de la familia), la definición de la identidad, da seguridad en el proceso de separación de la familia, constituye una fuente de aprendizaje en las relaciones sociales y sexuales y establece referentes, objetivos y valores.
La última fase de la adolescencia, cuando ya se ha formado la personalidad del adulto se empieza a buscar la relación de pareja dejando atrás la pandilla.