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Coloquialmente se llama desmayo, lipotimia o vahído a la pérdida súbita y transitoria de la conciencia y del tono postural. Durante el síncope se produce pérdida de consciencia, pero suele ser muy breve, entre 20 y 30 segundos. Aunque a veces pueden durar minutos y, en alguna ocasión, los más prolongados pueden acompañarse de convulsiones o relajación de esfínteres.
¿Qué es un síncope?
El síncope es un síntoma, no una enfermedad es sí misma, y se trata de un mecanismo de defensa del organismo cuando se produce una disminución transitoria del flujo sanguíneo cerebral. Si el cerebro detecta que recibe menos sangre, hace que la persona pierda la conciencia y caiga al suelo y, en esta posición, el flujo sanguíneo en el cerebro es mayor.
A pesar de lo aparatoso que puede llegar a ser un síncope, en la mayoría de los casos, son completamente benignos y suelen ser más frecuentes en adolescentes que en niños. Pese a todo, siempre que un niño o adolescente se desmaye o tenga un síncope, debe ser evaluado por su pediatra.
Causas frecuentes de sincope en niños
Para su correcto funcionamiento el cerebro necesita el oxígeno que le llega a través del flujo sanguíneo y para esto necesita que el sistema nervioso autónomo y el circulatorio garanticen que la presión sanguínea sea normal. Si la presión baja, baja la llegada de sangre al cerebro y, este, como mecanismo de protección “desconecta”, produciéndose un desmayo.
Un síncope puede tener causas diversas, la mayor parte son benignas. En la infancia la causa más frecuente es el síncope vasovagal o neurocardiogénico. En este caso el síncope es un reflejo automático del organismo a una disminución brusca de la tensión arterial y de la frecuencia cardíaca. Se puede producir por estímulos físicos (dolor, calor, estar mucho rato de pie) o psíquicos (aversiones, miedo…).
Algunas situaciones comunes y benignas que pueden provocarlo son:
- Agotamiento o cansancio.
- Angustias o fobias (por ejemplo, al ver sangre).
- Calor extremo.
- Sentir agobio en lugares muy concurridos.
- Levantarse rápido después de haber estado sentado o acostado.
- Tragar o toser.
- Miccionar.
- Dolor.
- Embarazo.
Además, se debe consultar siempre si el desmayo aparece mientras el niño hace actividad física, si tiene dolor en el pecho o palpitaciones. Sin embargo, no todas las causas de síncope son benignas. Hay condiciones más graves que pueden provocar un desmayo, como:
- Hipoglucemia (niveles bajos de azúcar en sangre).
- Efectos secundarios de algunos fármacos.
- Arritmias cardíacas o cardiopatías congénitas.
- Anemia.
- Epilepsia.
- Migraña.
- Intoxicación por alcohol o monóxido de carbono.
- Deshidratación.
¿Cómo actuar ante un síncope?
La mejor manera de atender un desmayo o síncope es acostando al niño en posición lateral de seguridad y acudir a un servicio de urgencias para descartar algún problema mayor que deba ser tratado.
La valoración médica es fundamental para poder diferenciar un síncope benigno de uno potencialmente mortal. Por lo que, el pediatra podrá realizar exploraciones complementarias (como un electrocardiograma o un ecocardiografía) para descartar enfermedades cardiacas que pudieran haber producido el síncope.
Si los desmayos se repiten con frecuencia se debe realizar un estudio cardiológico, metabólico y neurológico para diagnosticar la causa. En casos muy concretos puede estar indicada la ergometría (prueba de esfuerzo cardiaca), el estudio electrofisiológico o la prueba de mesa basculante.
¿Se pueden prevenir?
Algunas clases de síncopes presentan unos síntomas premonitorios, llamados presíncope, como: sensación de mareo, debilidad, sudoración abundante, zumbido en los oídos, debilidad muscular, náuseas o alteraciones visuales, y pueden alertar a la persona de la inminencia de un síncope.
- Sólo pueden prevenirse los síncopes de los que se sabe su causa. Por lo tanto, evitando las situaciones que los desencadenan, no aparecen.
- En los días calurosos o con la actividad física, es conveniente hidratarse bien.
- Si el niño o el adolescente siente los síntomas previos a la llegada del síncope, lo más adecuado es tumbarlo con las piernas más elevadas que la cabeza. Esto aumenta el flujo sanguíneo al cerebro y ayuda a la recuperación.
Esta serie de consejos pueden ser de interés para los niños o adolescentes que presentan síncopes:
- Evitar las situaciones desencadenantes del síncope si son conocidas.
- No levantarse bruscamente si se está sentado o tumbado.
- Evitar estar de pie durante mucho tiempo. Si tiene que estarlo, es recomendable mover los músculos de las piernas para que el flujo de sangre llegue hacia el corazón. Un truco sencillo consiste en ponerse de puntillas y talones con los pies de forma alternativa.
- Descanso y alimentación correcta, durmiendo suficiente por la noche y evitando que esté muchas horas de ayuno.
- Mantenerse bien hidratado durante todo el día.
- Practicar ejercicio físico de forma regular.
- El estrés psicológico, el dolor o la fiebre pueden ocasionar síncopes con mayor facilidad.
- Si aparecen los síntomas que preceden al síncope es necesario que el niño se tumbe lo antes posible para evitar la pérdida de conciencia y la caída al suelo. Alguien le debe levantar las piernas y la cabeza ladeada, para que mejore el flujo sanguíneo, respire mejor y se recupere lo antes posible.
Lo que debes saber…
- En la mayoría de los casos son benignos y los niños y adolescentes que los padecen se recuperan en pocos minutos y sin secuelas.
- Se debe consultar siempre si el desmayo aparece mientras el niño hace actividad física, si tiene dolor en el pecho o palpitaciones.
- Los síncopes benignos no relacionados con una enfermedad, que son la mayoría, no precisan ningún tratamiento. Con el tiempo suelen mejorar.