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Celos, temores y enfados
La rivalidad entre hermanos y los celos no son exclusivos de los primeros meses de convivencia desde el nacimiento del bebé, pueden acompañar toda la vida.
La llegada de un bebé es un momento de ilusión para la familia, pero los hermanos mayores pueden tener sentimientos contradictorios; se puede pasar de la alegría desbordante por la llegada de un nuevo hermano al temor de ser relegado a un segundo lugar o al enfado por tener que compartir a los papás. Cuando los hermanos crecen los celos no están presentes tan solo del hermano mayor al pequeño sino que el benjamín también puede sentir celos de los hermanos mayores.
Cómo actuar
Hay que comprender que la llegada de un nuevo bebé es un momento difícil para el resto de hermanos, se debe actuar con paciencia y entendiendo los sentimientos del hermano mayor. Evidentemente, la capacidad de comunicación y los recursos emocionales del hermano son limitados y son normales las manifestaciones de rabia y la irritabilidad al mínimo contratiempo.
Se debe informar al niño que va a tener un hermanito cuando la mamá está embarazada. Es obvio que el niño va a percibir cambios en la madre y cambios de actitudes hacia él (por ejemplo, que en el último trimestre del embarazo ya no lo coge tanto en brazos); por este motivo hay que explicarle de manera natural y sencilla que va a tener un hermano. Hay que dejarle claro que lo vamos a querer igual. Es recomendable que siga el embarazo y que viva el parto con la menor angustia posible, informándole de manera sencilla que la mamá y el bebé están bien.
El grande protege al pequeño
Cuando el bebé ya está en casa es recomendable que el o los hermanos mayores ayuden a sus cuidados, haciéndoles protagonistas de las rutinas diarias con el bebé y favoreciendo el contacto y conocimiento entre ellos. La participación en los cuidados puede minimizar el sentimiento de rivalidad de los hermanos mayores. Es normal que se mezclen sentimientos de ternura, protección, miedo y celos. Hay que aceptar que son sentimientos naturales y completamente normales. En algún momento puede haber impulsos de agresividad contra el hermano pequeño, sobre todo en los hermanos mayores de unos dos o tres años. Esto es fruto de la impulsividad y la falta de control de sus emociones. También es frecuente que se incrementen el número de rabietas y la regresión en conductas ya bien establecidas anteriormente: volver a hacerse pipí, querer que le den de comer…
Ante todo los padres deben ponerse en el lugar del niño mayor, ser empáticos y comprender sus sentimientos. No es fácil compartir el tiempo y el afecto de los padres y demás familiares con un bebé que demanda continuamente atención.
Cambios graduales del mayor
La llegada de un bebé no debe ser el momento de “hacer mayor” de golpe al hermano. No se debe hacer coincidir la retirada del chupete, ir a la guardería, el cambio de cama o la retirada del pañal con el nacimiento del niño. Estos pequeños hitos en la maduración del niño se deben planificar tiempo antes o después del nacimiento del bebé. No es conveniente forzar el proceso de desarrollo del hermano mayor por necesidades de organización familiar.
Los celos pueden intensificarse cuando el hermano pequeño llega al año de edad: puede moverse, dice alguna palabra, es gracioso… Además el pequeño coge los juguetes del mayor e invade su terreno.
Fortalecer el vínculo
Para minimizar los celos entre hermanos los padres tienen un papel protagonista. Hay que decir comentarios positivos o elogios de ambos hermanos por igual, se deben sentir queridos por lo que son y valorados cada uno por sus cualidades, sin comparaciones. Puede ser de gran utilidad dedicar un tiempo en exclusiva para cada hijo a lo largo del día (por ejemplo, un cuento antes de ir a dormir). Los hermanos deben percibir que la atención no se focaliza en un solo hermano sino que se reparte. Hay que favorecer el juego entre hermanos para que se conozcan e interactúen de forma positiva.
Se debe fortalecer el vínculo entre ellos, para que al crecer puedan disfrutar de su mutua compañía.
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