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¿Qué es la onicofagia o hábito morderse las uñas?
La onicofagia es el hábito de morderse las uñas. Suele aparecer en edades tempranas: entre los 3 y los 6 años un 30% de los niños sufre onicofagia, aumentando hasta un 45% en los adolescentes. Tiende a desaparecer con los años, aunque un 10% de los adultos aún mantiene esa costumbre.
¿Qué causas se atribuyen a morderse las uñas?
Las causas no están claras, pero sí se trata de un trastorno ligado a ciertos estados nerviosos como el estrés, la ansiedad y el trastorno obsesivo compulsivo, además de tener una base genética, ya que suele haber algún familiar que ha padecido o mantiene la onicofagia.
Entre las causas más habituales en niños, podemos destacar:
- Situaciones familiares complicadas: llegada de un hermano, separación de los padres, pérdida de un familiar, etc.
- Miedo infantil: inicio de la guardería o de la escuela infantil, quedarse con un/a cuidador/a desconocida para el niño, miedo a la oscuridad cuando duermen, cuando tienen que exponerse en público (obra de teatro, baile, partidos,…) etc.
- Situaciones de frustración: mala gestión de la frustración, rabietas, etc.
- Situaciones de cansancio o aburrimiento
- Situaciones de estrés físico como jugar a videojuegos o tras mucho tiempo con “pantallas”.
¿Cuáles son las consecuencias de la onicofagia?
Las consecuencias de morderse las uñas son:
- Las visibles, la estética de los dedos: uñas con crecimiento indebido, deformación de los dedos.
- Infecciones locales: padrastros, panadizos, verrugas, infecciones de las encías, uñas incarnatas.
- Infecciones más generales: es sabido que muchas infecciones se transmiten por a través de las manos ”sucias”.
- Afectación bucodental con alteración en el crecimiento de los dientes.
- Afectación de la autoestima por las causas estéticas.
Consejos para combatir la onicofagia en niños
Como se ha explicado, la onicofagia es una mala costumbre generalmente desencadenada por situaciones de estrés. Por lo tanto, es reconducible. Para ello, los más importante es:
- Hablar con el niño: no es nada sencillo, sobre todo en los más pequeños, ya que no son conscientes de las consecuencias de esta costumbre ni de sus riesgos.
- Indagar en la causa que pueda estar estresando al niño
- No ridiculizar al niño: nunca regañar, castigar ni hacerle sentir vergüenza. Esto empeoraría la situación de estrés que siente el niño.
Una vez hecho esto, podemos ayudarle con otros “trucos” para reforzar revertir este mal hábito. Por ejemplo:
- Practicar deporte: puesto que la onicofagia se asocia al estrés o la ansiedad, es recomendable que los niños practiquen algún tipo de actividad física para ayudarles a canalizar mejor su energía.
- Practicar manualidades: hará que el niño tenga las manos ocupadas y no se muerda las uñas.
- Esmalte de uñas o remedios caseros con sabor desagradable: son efectivos pero no revierten la costumbre.
- Actividades para canalizar el impulso: poner tiritas de colores en los dedos, tener una pelotita antiestrés a mano o una bola de plastilina, para que en el momento de utilizar la onicofagia como respuesta a una determinada situación, se pueda derivar esa costumbre a otra que no sea perjudicial para su salud y que vaya cogiendo conciencia sobre ese impulso.
- Cambiar ese hábito en los adultos que le rodean, ya que los niños funcionan por imitación.
- PACIENCIA: es el consejo por excelencia en la educación de los hijos.El morderse las uñas es un hábito inconsciente y modificar ese hábito en niño pequeños no será tarea fácil. Pero con tiempo y constancia es totalmente posible revertir esa mala costumbre.
Si, a pesar de todos estos consejos, tras un tiempo, el problema persiste, es recomendable acudir a un especialista para descartar un trastorno emocional.
Lo que debes saber…
- La onicofagia no es un trastorno, sino que es un mal hábito, una respuesta inconsciente a situaciones de estrés. Aparece en edades tempranas de las vida, hasta un 30% de los niños entre 3 y 6 años sufren onicofagia.
- Es reconducible, pero requiere de tiempo y paciencia. Para ello es importante hablar con el niño, indagar sobre la o las posibles causas, ofrecerle alternativas para canalizar su estrés y nunca ridiculizar al niño.
- Si no revierte con el tiempo, es aconsejable acudir a su pediatra para descartar algún trastorno emocional.