Resumen del contenido
Los niños aprenden temprano.
No nacen sabiendo, pero casi. Los niños aprenden muy rápido a conseguir lo que quieren con conductas manipulativas. Que vayan a más o menos dependerá de cómo las afrontemos.
El mecanismo que explica el funcionamiento de las manipulaciones es el mismo niño de cinco años que para el adolescente: la diferencia estriba en la elaboración de las respuestas. El niño que empieza por negarse a probar bocado hasta que le ponen su comida favorita, es en potencia el niño que dice que no estudia si no le dejan el ordenador o que si no le compran tal cosa se van a enterar.
Cómo reconocerlas.
Pueden ser sutiles, como la manipulación a través de la afectividad-las lágrimas de cocodrilo son un buen ejemplo- o muy evidentes, como los comportamientos desproporcionados: las famosas rabietas o el enfado manifiesto contra el adulto en cuestión. Y, aunque cuanto más pequeños son los niños, más utilizan este tipo de chantajes, a los dos y tres años logran un manejo de la comunicación no verbal que ya quisieran algunos adultos.
¿El objetivo? Guiarse por su propia voluntad y desenvolverse en un entorno que consideran inhóspito, donde se les obliga a comer lo que no quieren o a dormir cuando quieren jugar.
El entorno es el que les va guiando en el uso, mantenimiento, y desecho de determinadas estrategias: si el niño sabe que las personas con las que está no van a lograr su objetivo, no lo van a intentar o van a ser menos insistentes.
Conductas inofensivas y sin importancia, pero que esconden una gran manipulación.
El niño selectivo con la comida. El niño que para comer tiene que tener un despliegue de medios, como la televisión puesta, todos sus cuentos por la mesa y los juguetes alrededor, porque si no, no abre ni la boca.
El niño que siempre decide. Dónde vamos, y con quién vamos. Se siente el amo.
El niño negativista por sistema. Descubre que el no le funciona a menudo y va minando a los padres.
Cómo atajarlas.
No resulta fácil, pero ayuda seguir las siguientes indicaciones:
- Nunca conseguiremos convencer a un niño para que deje de ser un manipulador en la medida en que su entorno se lo permita, pero tardaríamos bastante poco en conseguirlo si ayudamos a los padres a observar y a darse cuenta de las conductas manipulativas de sus hijos, incluso a registrarlas para descubrirlas con claridad. Así aprenderemos a ver lo que consiguen con ellas y a no ser transigentes, pues se harían más fuertes y habituales.
- Desterrar las excepciones. Cuando se comporten de manera manipuladora no les permitamos que consigan nada de lo que se proponen.
- No mostrar debilidad, porque si no, se crecerán. Habrá que mostrarse tranquilos y seguros, y ello hará que cejen pronto en el intento.
- No esperar a que desaparezcan solas, por arte de magia. Precisamente ocurrirá lo contrario, se cronificará.
- Intentar cuanto antes que aprendan a pedir y a conseguir lo que quieren de manera adecuada: cuando son más pequeños creándoles rutinas previsibles y cuando son más mayores explicándoles siempre cómo han de hacerlo y dándoles pistas claras para ello.
- Intentar autocontrolarse para evitar que las emociones negativas medien en la interacción y sobre todo, no ponérselo fácil al niño para que las maneje él.
Muchos padres entran casi sin darse cuenta en una espiral de enfados frecuentes, por ejemplo para que cumplan las normas, o para que duerman o coman, etcétera y desconocen que es una de las grandes formas que tienen los niños de manipularlos con cierta facilidad. Y es que los adultos son más inflexibles en el manejo de las emociones, mientras que los niños nos demuestran que pueden llorar y sentirse muy mal y, en cuestión de segundos, reírse y estar estupendamente.
¿Estás criando a un pequeño tirano? Así son:
- Cualquier excusa es buena, incluso determinadas experiencias tempranas, como estar hospitalizados por una intervención o enfermedad, para aprender a tener al entorno sensibilizado de una manera especial, y por ello, rendidos a su cuidado y atención. Esto les hace más proclives a manipular al ambiente de ahí en adelante.
- Empiezan desde pequeños, cuando descubren la fuerza que tienen lo que dicen o hacen o no hacen, y cómo se moviliza el entorno.
- Son grandes observadores.
- Experimentan un alto nivel de frustración cuando no consiguen lo que quieren.
- Se pueden mostrar agresivos o, por el contrario, muy afectuosos si les interesa, muy distantes o muy cercanos.
- Se produce el efecto de bola de nieve, es decir, aumentan progresivamente su grado de tiranía por la sencilla razón de que funcionan de una manera casi inmediata.